Bárbaro Francisco Rodríguez
La salud mental es el pilar fundamental para un correcto desarrollo del individuo en la sociedad; sin embargo, aun estando ligada esta también al cerebro, el órgano más importante y complejo del cuerpo humano, en muchas ocasiones nos negamos a creer, que este, como cualquier otro órgano pueda enfermar tanto a nivel físico como psicosomático.
Según el último informe IESM-OMS referente a la salud mental en Bolivia. El país no cuenta con una política específica de salud mental ni leyes centradas en el ámbito de la salud mental, aproximadamente solo un 0,2% del presupuesto de la Salud se destina a la salud mental, no se cuenta tampoco con un sistema de vigilancia en salud mental que recopile sistemáticamente información para ser analizada, como tampoco se cuentan con indicadores de salud mental dentro del Sistema Nacional de Información en Salud.
Estos datos son el reflejo de una sociedad que ignora en su gran mayoría todo aspecto referente a la salud mental, en ocasiones por miedo a los tabúes sociales, en otras por la falta de recursos económicos para poder acceder a los servicios de los profesionales de la salud mental, otras veces por desconocimiento del tema. Lo que queda claro es que la salud mental está invisibilizada en el país, puesta a un lado, o ignorada en muchas ocasiones. Por esto es necesario tomar conciencia, o ir generando conciencia en los que nos rodean, ya que una sociedad educada es el mejor método de prevención que pueda existir para cualquier situación de riesgo.
En Bolivia existen diferentes factores de riesgo para la salud mental de los ciudadanos, por un lado nos encontramos con un sinfín de tabúes sociales los cuales son en ocasiones los causantes de que personas con trastornos del estado de ánimo, trastornos psicóticos, con identidades o preferencias sexuales no normativas, entre otros, lleguen al punto de pensar en quitarse la vida, ya que quedan sin redes de apoyo, enfrentándose así a una sociedad que no los acepta, los rechaza, ya sea por miedo o por desconocimiento. Por otro lado, nos encontramos con un servicio público de salud mental incompleto y deficiente, o factores socioeconómicos como el desempleo y los bajos índices en instrucción y educación.
Sin duda esta despreocupación por la salud mental en el país ha sido la principal causante de que en Bolivia se registren los índices de suicidio más altos de la región latinoamericana y que sea también el tercer país en el mundo con más suicidios en adolescentes, o el país que, según la OMS más feminicidios presenta en toda la región sudamericana, registrando cifras de 2 feminicidios cada 100.000 mujeres, superando por mucho las cifras de países vecinos con mayor cantidad de habitantes e índices de criminalidad como es el caso de Brasil donde se registran 1.1 feminicidios por cada 100.000 mujeres. Encontramos entonces aquí síntomas claros de los perjuicios que trae para los ciudadanos bolivianos la inexistencia de políticas de prevención claras y aplicables en el área de la salud metal, como también la falta de mecanismos o canales de detección e intervención dentro del sistema de salud público boliviano.
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