Serenidad, prudencia y mucha sensatez por el bien común

Al asumir la Presidencia de la República, el señor Luis Arce Catacora, lo hace siendo portador de un bagaje de experiencias logradas durante muchos años de haber ocupado importantes funciones en el gobierno de casi 14 años; él, como pocos, sabe de los yerros y aciertos, de las poses de soberbia y petulancia que han postergado mucho de lo bueno que pudo haberse hecho; conoce de las limitaciones y debilidades del alma humana especialmente cuando está en funciones donde puede tener poder y no saber cómo utilizarlo debida y responsablemente; pero, de poco o nada serviría detallar lo que también es conocido por el pueblo. Ahora, con las riendas del poder nacional, lo que corresponde es que se tenga como consigna y propósito moral conciencia de país y vocación de servicio.

Es preciso amar y sentir al país, sentirlo como bien y patrimonio de todos los bolivianos; amarlo como se puede amar lo más preciado que se tenga en la vida; respetarlo y cuidarlo como se lo hace con la madre. Es urgente que el Presidente y su entorno de colaboradores tengan a la Patria como objetivo supremo de sus vidas y asuman la convicción de que ella precisa de una entrega total, sin condiciones ni cálculos.

Es urgente y necesario que el presidente Arce tenga la seguridad de que podrá ser grande y digno para el país, tanto cuanto tenga honradez, honestidad y responsabilidad en el cumplimiento de las altas y delicadas funciones que debe cumplir; de lo contrario, sólo conseguirá rechazo y condena del pueblo. Las virtudes que él agrande haciéndolas valores y principios lo colocarán en lugar expectable de la historia porque habrá servido con humildad -dote extraordinaria de los grandes hombres de la humanidad -- a la patria y al pueblo que es el bien común.

Tanto cuanto cumpla con el poder otorgado por la nación, tanto recibirá en apoyo y ayuda de Dios que siempre está con sus hijos que cumplen con el pueblo al que sirven.