Todo cambio de gobierno, por pacífico que sea, siempre conlleva situaciones en que es necesario recomponer, corregir, cambiar o variar hechos y políticas que parecen necesarias a las nuevas autoridades. Lo importante es que esas acciones se lleven a cabo en condiciones de cordialidad y certeza de que se lo está haciendo en aras de mejorar la administración del país; ello es conveniente para quienes dejan los cargos o situaciones y para quienes asumen funciones que deben encontrar lo hecho digno de seguir su curso correspondiente. Muchas veces ha ocurrido que colaboradores o simples partidarios y áulicos encuentran errores y defectos en lo que se haya hecho y lo hacen con la finalidad de provocar diferencias y hasta confrontaciones entre las partes.
Las autoridades que inician gestión deben convenir en que siempre son buenas las convocatorias a quienes estuvieron como autoridades para que coadyuven a la solución de problemas encontrados, cooperen para el entendimiento de políticas factibles pero que precisan criterios e ideas de quienes planificaron; deben pedir la comprensión y cooperación para solucionar o remediar problemas encontrados y no enrostrarlos públicamente con miras a hacer daño o desprestigiar a la otra parte. El diálogo honesto y franco es el mejor amigo y leal componedor de desaciertos, errores y dificultades; es, en todo caso, el mejor elemento para unir voluntades de los que se van y de los entrantes para la solución de cualquier situación crítica que se presente; sin la presencia del diálogo, se corre el peligro de la diferencia y la discordia que no siempre compatibilizan voluntades e intenciones.
El pueblo, siempre consciente de que el gobierno y los gobernados deben encaminar rumbos de armonía y unidad en pos de los diversos objetivos del país, espera que haya cordura, tino y mesura entre todas las partes que conforman la nueva administración; que se eviten las diferencias y confrontaciones teniendo en cuenta que dialogando pueden lograr objetivos satisfactorios para la nación. El pueblo espera que terminen las divisiones y los racismos, los complejos y diferencias entre partes que en algún momento mantuvieron distancias perjudiciales; espera que los diversos conglomerados de funcionarios actúen con la sindéresis y responsabilidad necesarias por tratarse de cuestiones inherentes a todo el Estado que el gobierno está obligado a precautelar.
Es absolutamente necesario que las nuevas autoridades eviten cambios radicales en la burocracia gubernamental y solamente lo haga con los casos de incompetencia y con aquellos que no sean dignos de mantener en alto la honra del país a través de la función ejercida con honestidad, honradez y responsabilidad. Se debe evitar que la incompetencia y la deshonestidad sigan ejerciendo funciones causando deshonra y desprestigio a las autoridades.
En fin, es preciso impedir que haya enfrentamientos y confrontaciones que resultan semilleros de anarquía y corrupción no solamente en el sector público, sino también en el privado que deben actuar compatibilizados en pro del bien común.
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