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[Luis Antezana]

Repetir ideología populista sería grave error


El populismo es una corriente política que cree que puede construir el socialismo sobre los desaparecidos restos colectivistas de las antiguas comunidades originarias que existieron hace más de cinco mil años atrás, sin pasar previamente por la etapa del desarrollo capitalista. Esa creencia se convirtió en la ideología populista y actualmente se denomina “Socialismo del Siglo XXI” y la quiere aplicar un grupo de idealistas en vista del fracaso del socialismo en todo el mundo, en especial en la Unión Soviética y algunos países como Cuba, Venezuela, China y otros.

En Bolivia se intentó aplicar ese populismo como ideología de algunos grupos que se llamaban socialistas, hace cien años atrás, durante el gobierno de Bautista Saavedra (1920—1925), pero no prosperó. Revivió posteriormente durante el gobierno de Hernán Siles Reyes a iniciativa de sectores universitarios, gremios, sindicatos de artesanos que, en general, consideraban que sus pensamientos políticos estaban destinados a realizar la revolución socialista igual que en Rusia de 1917, pero, no tenían la menor idea que lo que, en realidad, había que hacer era la revolución democrática y nacional.

Esos populista movilizaron a sectores de artesanos, empleados, estudiantes, y proclamaron el derrocamiento del gobierno de Siles Reyes, objetivo que alcanzaron en junio de 1930, pero no para tomar ellos el poder, sino para entregarlo a la oligarquía. En eso consistió su socialismo. Querían hacer la revolución proletaria sin que exista proletariado o querer montar a caballo sin tener caballo y terminaron al servicio de la oligarquía.

Desde entonces los socialistas—populistas no dejaron de insistir, pero, en todos los casos, terminaron con los mismos o peores resultados. Movilizaron a las masas cuando había gobiernos progresistas, como el de Villarroel, los tumbaron y restauraron el régimen colonial y feudal de los “caballeros” de la gran minería y los latifundistas, con los cuales, además, cogobernaron para ejecutar masacres de trabajadores, hasta que fueron echados de esa alianza.

Al parecer, ese populismo de derecha, siguió existiendo y protagonizó otros actos de traición a las masas populares de obreros y campesinos. Insistieron en su error con mayores gravantes y fueron causantes de matanzas como la de la Noche de San Juan, rebaja de salarios, retroceso al régimen del pasado, saqueo, corrupción.

Se pensó que esa escuela populista—socialista había terminado, pero siguió existiendo agazapada para intentar aplicarla esta vez bajo la bandera del Socialismo del Siglo XXI. Reapareció en el gobierno de Evo Morales, siempre con el objetivo de utilizar las costumbres caducas de las comunidades originarias, para “construir” sobre esa base el socialismo, proclamando, al mismo tiempo, a los cuatro vientos, que se tenía que destruir y oponerse a la inevitable etapa capitalista del crecimiento de la sociedad boliviana. A la vez, se negaba la existencia de la nación boliviana y que en su sustitución debía ser una colonia de potencias extranjeras.

La ideología populista, no en el sentido de insulto, sino como producto de la realidad social del país y de su desarrollo económico, fue adoptada por el gobierno de Evo Morales a instancia de algunos populistas y guerrilleros con ilusiones socialistas, como Álvaro García Linera, ideólogo de esa corriente que la planteó en varias de sus publicaciones.

Pero, el intento de aplicar esa ideología, en decenios recientes, constituyó un fracaso total, a tal extremo que una insurrección popular corrigió el rumbo histórico del país, en noviembre del año pasado, para que Bolivia marche por la vía de la nación democrática, ruta en la que está concentrado el pueblo boliviano es su integridad y que ninguna fuerza podrá desviarla de ese destino estratégico.

El populismo resurrecto de sus cenizas de hace cien años no tiene futuro alguno, pues, ya fracasó en la práctica y en la teoría, como se demostró en los hechos numerosas veces en la historia de Bolivia del siglo pasado y en lo que corre del presente. Prácticamente los hechos lo han descalificado y enviado al basurero de la historia. Insistir en el nuevo gobierno de Arce Catacora en ese error y no reconocerlo sería un error muy grave y pensar en aplicarlo otra vez sería una estupidez.

 
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