Desde siempre se tiene la convicción de que el Poder Legislativo es el primer y más importante poder del Estado; se ha creído, en toda instancia, que debe ser ejemplo de honestidad, honradez y responsabilidad, tanto como institución como en el comportamiento de cada uno de sus miembros; pero la lección recibida por el pueblo casi siempre ha sido decepcionante y frustrante en sumo grado, especialmente en los últimos tiempos, cuando parte del mismo estaba compuesta por una mayoría de senadores y diputados militantes del partido MAS, que tuvo un dominio total del Legislativo y sin dar lugar a que cumpla su parte el Poder Ejecutivo. Lo cierto es que muchos de esos parlamentarios mostraron conductas contrarias al sentido común y a los intereses nacionales. Se trata de un poder que debería ser ejemplo de honestidad y responsabilidad en todos sus actos, poder que debería actuar en consonancia con los intereses nacionales y, en concordancia con los otros poderes del Estado, actuando en servicio del país. Se trataba de una mayoría legislativa que, simplemente, seguía directivas de sus dirigentes políticos para “hacer la vida imposible al país y al gobierno”, hasta el extremo de haber congelado préstamos extranjeros destinados a atender la salud en tiempos en que la pandemia del coronavirus cobra víctimas de todo tipo.
En el sentir y conciencia de la población existe el criterio de que el Poder Legislativo debe ser garantía de unidad de todos los bolivianos; pero cuando obra en sentido contrario, hace que en niveles del pueblo se lo considere una especie de baldón que impide que la nación funcione, que se atienda la salud y que los servicios más imprescindibles sean atendidos debidamente y que el Ejecutivo pueda trabajar conforme a los dictados constitucionales que tiene, para que cada dependencia del gobierno pueda cumplir deberes y obligaciones conforme a las leyes. En la pasada legislatura, una mayoría irresponsable impidió y, en casos, se permitió dictar leyes para ser aprobadas por el Senado, cuando el Ejecutivo estaba en pleno ejercicio legal de sus funciones; exigiendo, por ejemplo, la aprobación del pago de un “bono” a favor de la población con un monto superior al ya aprobado por el Ejecutivo y sin la provisión de los medios financieros correspondientes, “descongelando” préstamos foráneos destinados a combatir a la pandemia. La exigencia legislativa dizque debía “ser ejecutada con dinero proporcionado por el gobierno” y que los créditos embargados tendrían otros fines.
Estos comportamientos ajenos a los intereses del pueblo mostraron que la mayoría parlamentaria del MAS, en contra del pasado gobierno, no vaciló en contradecir un principio elemental: servir al país en toda instancia y mucho más en situación extrema como la que se vive. Esa parte del Congreso, bajo consignas contrarias al bien común, mostró que más importa el poder partidista que los intereses nacionales y, mucho más, que la salud de miles de enfermos que esperan la provisión de medicamentos, vituallas y muchos elementos para atención de la salud, y, por otro lado, la provisión oportuna de alimentos, enseres y otros, además de equipos y laboratorios.
En las condiciones difíciles que vivimos por la pandemia el pueblo exige unidad, armonía y respeto entre los bolivianos; dejando de lado intransigencia y demagogia. Es necesario tomar en cuenta gestiones de la Iglesia e instituciones para que haya comportamientos acordes con los intereses populares; pues debe prevalecer la unidad y concordia entre todos los bolivianos. Ante una nueva realidad política que se vive, el pueblo concuerda con todo lo que signifique unidad y armonía, paz y entendimiento entre todos.
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