Una nueva etapa en nuestra historia

Hemos ingresado, a partir del ocho de noviembre pasado, a una nueva etapa en nuestra historia política. Lo hicimos con mayorías y minorías, como exigen los principios democráticos. Ahora nos toca despejar dudas, a fin de encauzar la certidumbre. Despejar, asimismo, las suspicacias, en busca de la confianza, nacional e internacional. Todo ello por el supremo objetivo de la unidad del país.

“No hay dinero”, dijeron los entrantes. Expresaron su sorpresa, indudablemente. Sin embargo, los salientes, mediante el titular del ministerio de Economía y Finanzas Públicas, Branco Marinkovic, reiteraron que dejaban en las arcas del Estado 17.000 millones de bolivianos, provenientes de fuentes externas e internas, para que la nueva administración inicie sus actividades. Una buena señal, obviamente. Y la ciudadanía afectada por la recesión y la pandemia del coronavirus espera, en este contexto, la pronta recuperación económica, a fin que retorne el bienestar social que tanto se anhela.

Dejaron 17.000 millones de bolivianos de libre disponibilidad, pese que tuvieron que honrar los bonos de solidaridad, en emergencia sanitaria, en diferentes ocasiones. Pese que los gastos públicos bordearon los 4.000 millones de bolivianos por mes. Pese a que el número de empleados públicos sobrepasaba los 300.000. Se afirma que para cubrir haberes y aguinaldos de este sector se requerirá, en diciembre próximo, 8.000 millones de bolivianos, cuando el país atraviesa una crisis económica. Por estos aspectos que estamos anotando, no sería conveniente, por el momento, reponer cierto Ministerio en la estructura gubernamental. En caso contrario tendríamos que aumentar, en vez de disminuir, las obligaciones de orden financiero del Estado.

Entonces, ¿a quién vamos a creer? ¿Quién tiene la verdad histórica? Si en las arcas del Estado hay un colchón financiero, podemos colegir que el gobierno de la doctora Añez condujo con mucho cuidado las finanzas. No se ha robado “nuestro dinerito”. Pero tampoco podemos afirmar que se ha manejado con guante blanco la cosa pública. Algunos hechos escaparon de todo control, ciertamente.

¿Cuándo no hubo corrupción en el seno de los gobiernos? E inclusive en los tiempos de Jesucristo había ese fenómeno tan estigmatizado. Muchos mandamases pasaron a la historia objetados por esa actitud. Quien diga lo contrario, hable o calle para siempre. En el proceso político de nuestro país encontraríamos, si nos propusiéramos buscar, poquísimos servidores públicos, como lunares, quienes hicieron de la honestidad una praxis cotidiana. Y han vivido en la austeridad, para honra de sus hijos, rodeados del respeto y la consideración.

El tiempo de las vacas gordas pasó violentamente. En un abrir y cerrar de ojos y sin dejar rastro alguno. Ahora nos toca vivir el presente, reflejado en las vacas flacas. Es decir, vivir con austeridad, ajustándonos el cinturón. Pero que ello no sólo recaiga en quienes están en el llano, sino también en quienes están en el árbol del poder. La cosa debe ser compartida. ¿No es verdad?

Bolivia rara vez tuvo suerte con sus gobernantes. Entre ellos están quienes hicieron buena letra. Quienes tomaron las previsiones para el futuro. Quienes aprovecharon lo poco que tenía el erario nacional para promover el desarrollo. O intentaron crear empresas productivas, como también industrializar la materia prima. Lo hicieron sin mentiras ni aspavientos.

En suma: la suerte está echada y ahora sólo nos queda ponerle el hombro a Bolivia…