Transición política y subnacionales
Carlos Saavedra Ostojic
Pasaron 20 años desde el inicio de la última transición política en Bolivia. Las céntricas calles de Cochabamba se convertían en escenario de guerra, en las cuales representantes del campo popular boliviano, nucleados en la Coordinadora del Agua, vencieron a la partidocracia que buscaba privatizar hasta el agua de la lluvia.
La Guerra del Agua fue la chispa que desencadenó, en términos del grupo de intelectuales Comuna, el retorno de la Bolivia plebeya. Esta insurgencia se dio por la radical incomprensión de la partidocracia (MNR, ADN, MIR, NFR, etc.) ante las pulsiones de los sectores que hacen a la Bolivia profunda que estaban siendo agredidos por las políticas neoliberales e invisibilizados como siempre por el sistema político formal.
Muy pocas expresiones políticas/partidarias empezaron a leer, parcialmente, lo que estaba pasando en Bolivia, es el caso de Condepa del compadre Palenque.
La fuerte oposición a la privatización de los recursos naturales y empresas del Estado, la lucha en defensa de la hoja de coca ante la abusiva injerencia norteamericana en la época, la corrupción, el transfugio político y una serie de razones más configuraron el escenario ideal para una transición política que se dio luego de la renuncia de Carlos Mesa, quien gobernó poco tiempo después de la Guerra del Gas que tuvo su epicentro en El Alto en el año 2003.
El MAS tuvo la habilidad de tomar las banderas de la Agenda de Octubre y ampliar sus demandas de la defensa de la hoja de coca, a la defensa de los recursos naturales y patrimonio del Estado, la dignidad nacional y la visibilización de la Bolivia profunda expresada en los pueblos indígenas y movimientos populares urbano/rurales.
Desde el 2005, cuando a la cabeza de Evo Morales, el MAS gana la elección nacional con un inédito y contundente 54%, se trabajó en algo mucho más profundo que la administración burocrática del Estado.
Se cuestionó la historia profunda del Estado marcada por la constante reproducción de esquemas de poder coloniales y a partir de su desmontaje se produjo la instalación refundacional de una nueva y poderosa hegemonía narrativa de la política nacional: la era del Estado Plurinacional.
20 años después los contextos cambiaron, el Estado se transformó y se llevaron adelante vertiginosas revoluciones tecnológicas y digitales, que hoy son el espacio donde construyen comunidad política las nuevas generaciones, que tienen en su espíritu un profundo compromiso con la política, tal vez no expresada en los términos clásicos y formales, pero que sí tienen causas de lucha profundas y miradas comprometidas con el futuro.
La equivocación política más importante del MAS en sus primeros 14 años de Gobierno: el 21 F, empezó a desencadenar las condiciones de posibilidad para la instalación de una narrativa alternativa política en Bolivia; no se buscó un cambio radical sino más bien una transición que rescate la inclusión social, la dignidad nacional, la estabilidad y crecimiento económico con las demandas de otras formas de gobierno que respeten a los bolivian@s, frenen el abuso, la corrupción y comprendan las nuevas pulsiones políticas de los millenialls y centenialls que emergieron como el nuevo sujeto político rebelde que cuestionaba el orden político hegemónico.
La paradoja en la política nacional fue que la transición política la terminó encarnando el mismo partido que gobernó los últimos 14 años. El MAS recurrió nuevamente a la construcción simbólica de un binomio que hibride la clase media con el mundo indígena.
Esta vez a la cabeza de la clase media con Arce, mostrando el rostro de la estabilidad económica y Choquehuanca como el garante de “pensamiento originario” en Gobierno, logró incorporar nuevas generaciones como Andrónico Rodríguez, Adriana Salvatierra o el nuevo gabinete de ministros que embanderó ese nuevo MAS 2.0 que inició una segunda etapa.
Por su parte, la oposición al MAS fue incapaz de leer lo que pasaba en Bolivia, se quedaron en las viejas fórmulas marketeras de la política instaladas en tiempos de Goni y no entendieron la transformación de las estructuras de poder y caricaturizaron en sus partidos y propuestas la participación de la nueva Bolivia milleniall y centeniall.
Carlos Mesa intentó pararse al centro, tratando de rescatar lo mejor del ciclo pasado, cuestionando las equivocaciones del MAS e incorporando a los jóvenes. Pero en el fondo su mirada fue muy superficial, los jóvenes no entraron a la “mesa chica” de las decisiones y terminaron relegados, siendo los antiguos rostros, que perdieron una y otra vez justas electorales contra el MAS, los que tomaban las decisiones.
Luis Fernando Camacho, que en un momento de alta emocionalidad pareció encarnar las pulsiones ecologistas y de libertad ante el abuso de poder que enarbolan los centenialls y milenialls, careció por completo de una mirada de la Bolivia profunda.
Su pensamiento político reprodujo la mirada regional de las antiguas élites cruceñas que fueron exitosas en lo económico, pero lejos estuvieron de entender Bolivia y traducir el liderazgo económico, mediático que tiene Santa Cruz en una propuesta política que tome el poder en Bolivia.
Jeanine Áñez que, en su condición de mujer de provincia de un departamento de periferia, tenía las condiciones de encarnar la transición política, fracasó ante la cooptación del poder de un equipo de ex senadores que nunca entendieron la Bolivia profunda, menos la mirada de los jóvenes y que terminó conduciendo un régimen de transición plagado de errores y contradicciones que generó el contexto ideal para que el MAS tome el poder nuevamente.
Consolidado en lo nacional el incuestionable triunfo del MAS, las subnacionales marcarán la configuración de un nuevo escenario para la germinación de proyectos políticos que expresen miradas de futuro comprendiendo y encarnando las miradas de la Bolivia profunda, del campo popular con la emergencia de la Bolivia de la nueva generación.
El autor es especialista en Comunicación Política.
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