Clepsidra
Con fraude o sin fraude, con golpe o sin él, lo cierto es que el marido maltratador y abusivo, después de dilapidar la hacienda familiar y dejarla pignorada cogió las de Villadiego y, tras un periplo por varios países recaló en playas argentinas, donde decidió tomarse un año sabático, acompañado de un séquito de adláteres y de su inseparable ñustita.
Un Año Sabático es el espacio de tiempo que una persona dedica íntegramente a sus intereses personales, dejando de lado todo compromiso político, laboral, o de cualquier otra índole, precisamente como lo urdió el fugitivo de marras, y cuyo plazo final fue matemáticamente cumplido con su retorno, al año de su evasión.
Esta historia, que pareciera el guion de una novela mexicana es el relato real de lo que a los bolivianos nos ha tocado vivir durante estos pasados 12 meses, desde que unos enésimos sufragios presidenciales determinaron franquear el retorno, del prófugo, ratificando esa vieja sentencia que reza: “Si un político que ha sido elegido para dirigir los destinos de su pueblo le roba, le miente y lo maltrata, es culpa del político empero, si ese pueblo lo reelige, será culpa total del pueblo”.
Ahora bien, como somos un pueblo privilegiado, y escogido por la Providencia para servir de prototipo a varias naciones del planeta, debemos convenir que este retorno del Socialismo marxista, chavista o madurado coincide notoriamente con el régimen de excepción sanitaria, bajo el cual estamos viviendo con el Covid19. Esta pandemia que materializa, en ese mundo de los acostados, la tan anhelada igualdad entre pobres y ricos, débiles y poderosos, ignaros e inteligentes, y otros, donde irremisiblemente iremos a parar todos.
Ese virulento paraíso socialista, donde el barbijo restringe con eficacia la libertad de expresión, sin necesidad de menoscabar la dignidad de las personas. Las medidas de un voluntario encapsulamiento domiciliario, que tanto habría ansiado ejercer Stalin, y el propio Fidel Castro, sin necesidad de echar mano a escabrosos, como crueles sistemas represivos, para lograrlo.
Sorpresivamente, se redujo a cero la tan ansiada fuga de los cubanos balseros, o inconformes con el sistema, que preferían ahogarse antes de permanecer en el edén comunista, o aquellos que en la Alemania democrática se exponían a la metralla, si se atrevían trasponer el alambre de púas que los cercaba en sus guetos.
Lo conmovedor de esta nuestra historia es la preocupación del hijo pródigo, en su retorno a Bolivia, cuando se echó de menos por la medalla del Libertador Bolívar, denunciando un inusual traslado a la ciudad de Cochabamba y su preocupación por lo que se pretendía hacer con dicha joya histórica. Al parecer, no fue informado todavía, que dicha presea estuvo al borde de la muerte en una operación de empeño, al ser rescatada de un prostíbulo, donde uno de sus fieles edecanes la dejó olvidada. Ese es el reverso de la Medalla.
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