En el país siempre hubo grupos políticos exaltados, dedicados a crear ambiente de intolerancia y agitación. Estos grupos indistintamente surgen del oficialismo y de la oposición. La elección de los directivos de la bancada parlamentaria de Santa Cruz fue motivo de una gresca entre la Unión Juvenil Cruceñista y grupos del MAS, cuando éstos pugnaban por ingresar al recinto. Había sido elegido presidente el señor José Carlos Gutiérrez de Podemos. Aparentemente la agresión partió de la organización juvenil. La misma, luego de conocerse el cómputo general de la elección con un aplastante triunfo del MAS, protagonizó cabildos y bloqueos de protesta exigiendo la anulación del acto electoral y otras emergencias fuera de lugar. Esta protesta paralizó la capital cruceña con los perjuicios consiguientes y el rechazo de la población. Esta reflexión no quiere decir que los parridos de oposición se lleven de una actitud contemplativa, pero tampoco que se echen a la espalda el peso de propiciadores de intranquilidad.
Cuando el MAS ha perdido los dos tercios en el Legislativo y la anterior Asamblea aprovechó para cambiarlos por la mayoría absoluta (mitad de votos más uno), las bancadas opositoras deben concentrarse en la recuperación de los dos tercios para poder participar en las decisiones importantes. Las militancias opositoras deben apoyar esa gestión por vías ajustadas a la Constitución y mantenerse a la expectativa.
De ese modo, se revertirán las acusaciones del oficialismo de una oposición violenta y que persigue el enfrentamiento. No se debe dar lugar a que el MAS saque beneficio político en lo interno y externo con esa versión de violencia. En el extranjero –como se ha visto—goza de gran cobertura de algunos gobiernos y de medios.
La opinión pública cree que el Gobierno del señor Luis Arce no incurrirá en las mismas actitudes autoritarias en las que incurrió el periodo de catorce años de duración. Si así fuese se justificará la acción opositora y, sin duda, lo denunciará ante la comunidad internacional.
También la incomodidad del pueblo cruceño, por un supuesto fraude electoral en octubre pasado, se explica y subsiste por el hecho de la negativa del Tribunal Supremo Electoral a someter ese proceso a una auditoría que despeje las dudas. Claramente no hay sospecha de fraude a nivel del TSE, pero sí proveniente de algunas Cortes Departamentales Electorales con vocales de filiación masista y ratificados o de nuevos del mismo origen que pudiesen haberse comprometido a favorecer a su partido. El campo es otro espacio donde no existe control ni supervisión de la puridad del voto. La negativa del TSE acrecienta la duda, más aún ante la cercanía de las elecciones sub nacionales.
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