Juan Marcelo Columba Fernández
En el artículo titulado “Bolivia: de la crisis económica al ciclo rebelde, 2000-2005” publicado en 2016, el economista colombiano D. Restrepo apunta que al finalizar el Siglo XX la economía boliviana sintió los embates de la crisis económica global originada en el sureste asiático. Según este estudio, la crisis económica en Bolivia se tradujo en un estancamiento del crecimiento del PIB que abruptamente descendió de un 5% en 1998 a un 0,4% en 1999. Si bien la llegada del Siglo XXI, de acuerdo con datos del Banco Mundial, trajo consigo un modesto repunte del PIB boliviano hasta un 2,5% el año 2000, este indicador registró una nueva caída que alcanzaba el 1,6% en 2001.
Actualmente en el país la economía ha resultado seriamente afectada como consecuencia de la pandemia de COVID-19 y de las medidas sanitarias asumidas, particularmente las prolongadas cuarentenas total y dinámica. Acreditados analistas económicos en el contexto local han previsto una contracción del PIB nacional hasta un -6%; una reducción que habría comenzado hace algunos años, cuando el indicador decreció de un 6,7% registrado el 2013 a un 5,4% en 2014; un descenso que continuó hasta el 2,2% en 2019, según datos del Banco Mundial.
En estos espinosos contextos económicos de inicio del Siglo XXI mandatarios bolivianos de diferentes vertientes políticas asumieron la presidencia de la república y expresaron su visión sobre el momento crítico que atravesó/atraviesa el país. Si exploramos estadísticamente el vocabulario de los discursos de investidura presidencial producidos desde el año 2000, jefes de Estado como J. Quiroga (2001), G. Sánchez de Lozada (2002) y L. Arce (2020) expresan en sus alocuciones inaugurales una particular sobrerrepresentación de la palabra “crisis” (empleada 6 veces por Quiroga, 17 por Sánchez de Lozada y 8 por Arce) refiriéndose fundamentalmente a la grave situación económica y a la manera en que piensan encararla.
Así, al asumir la función presidencial después de la renuncia de H. Banzer por razones de salud, Quiroga apela al trabajo conjunto de la comunidad nacional y representa en su alocución un escenario bélico de confrontación contra a la crisis; una situación perniciosa que debe ser enfrentada mediante medidas concretas que buscan estabilidad económica a través de la austeridad, la tributación, el financiamiento internacional y la generación de empleo:
Vengo en son de paz, dispuesto a trabajar con todos los bolivianos, pero también listo para la batalla: la batalla contra la crisis económica, la corrupción y la pobreza, los verdaderos enemigos de la Bolivia actual. […] En lo económico, enfrentaremos con decisión la crisis que nos agobia, conscientes de la dureza del momento y lo difícil de la tarea. Garantizaremos estabilidad con austeridad, freno a la evasión tributaria, solidez al sistema financiero, ejecución de un programa masivo de empleo para los próximos dos años, inversión pública eficiente y oportuna, y desarrollo de nuestra infraestructura carretera. […] Invitaré, en los próximos días, a autoridades de los organismos financieros internacionales y de países amigos, para captar y reasignar recursos destinados a un programa de generación de empleo, dirigido a la población más pobre y más afectada por la crisis. (J. Quiroga, 7 de agosto de 2001).
Análogamente, el discurso inaugural de Sánchez de Lozada plantea un escenario de batalla contra la crisis económica, ésta última representada a manera de un invasor extranjero que constituye una amenaza mortal para la nación. Asimismo, destaca en la alocución presidencial el insistente llamado a la unidad para que otras fuerzas políticas y la ciudadanía puedan alinearse al gobierno en su lucha contra la crisis:
Ronda una crisis tremenda en nuestra América, una crisis que está devastando ahorros y está devastando economías de países mucho más poderosos que nosotros. […] Tenemos que estar unidos, tenemos que unirnos, porque esta crisis es la crisis del colapso económico, contagioso, peligroso y terminal […] invoco a que busquemos un proyecto común de salvar Bolivia de los terribles riesgos y peligros que le asechan, el desempleo, la desocupación, la crisis económica, la corrupción y la exclusión social. Ha llegado la hora de unirnos ante este invasor que puede ser una crisis como no nos hemos imaginado, unirnos para resistir […]. Una opción es dividirnos, abandonar la línea de guerra contra el enemigo que nos quiere invadir; quedarnos desguarnecidos y desprotegidos, y después lamentarnos cuando llegue la crisis […]. Nos uniremos ante la crisis, nos uniremos como nos hemos unido en otros momentos de la historia de Bolivia. (G. Sánchez de Lozada, 6 de agosto de 2002).
Por su parte, el reciente discurso de posesión de Arce distingue una triple crisis en el país (económica, política y sanitaria) y endilga la responsabilidad de la misma a la administración precedente que es representada como un gobierno ilegítimo, inconstitucional e inhábil en la gestión económica. El discurso presidencial también busca generar una sensación de esperanza basada en la posibilidad de superación de la difícil situación económica en el país, mediante un esfuerzo conjunto con los sectores populares de la sociedad:
Hoy nuestra patria enfrenta una triple crisis iniciada en noviembre de 2019 con el golpe de Estado y profundizada con la pandemia […] crisis económica derivada de la incapacidad del gobierno para generar estabilidad y crecimiento con justicia social […]. El gobierno de facto deja una economía con cifras que no se veían ni en una de las peores crisis que sufrió Bolivia, en el gobierno de la UDP en la década de los años 80 del siglo pasado, aumentó el desempleo, la pobreza y las desigualdades; tenemos ante nosotros el gran desafío de volver a reconstruir nuestra economía, de generar certidumbre, de generar crecimiento con redistribución del ingreso, de reducir las desigualdades económicas y sociales, pero estamos seguros que trabajando junto al pueblo lograremos una vez más superar las adversidades […] triunfaremos sobre la crisis como ya lo hicimos en años anteriores, porque somos un pueblo luchador, perseverante y valiente. (L. Arce, 8 de noviembre de 2020).
A partir de esta rápida mirada a las alocuciones inaugurales resulta interesante constatar, además de la singular dinámica de indicadores económicos y frecuencias léxicas, las similitudes discursivas entre los mandatarios que convocan a la unidad de las instancias ciudadana y política para encarar el desfavorable contexto económico en el país. Asimismo, se puede observar similitudes en las modalidades planteadas para confrontar la crisis mediante la representación de escenarios de tipo bélico, o bien, exhibiendo el temple presidencial al enfrentarse a un reto de importancia mayor. De la misma forma, resulta posible avizorar algunas particularidades verbales relativas tanto a las diferencias en el estilo de los locutores como a la apelación de emociones (temor, confianza, esperanza, etc.) con las que se representa la situación económica, todo ello en la búsqueda de la adhesión del auditorio a las ideas planteadas por el orador. En este marco, cabe preguntarse qué forma asumirán las nuevas transformaciones políticas y discursivas resultantes de los yerros y aciertos en la gestión de la crisis económica actual.
El autor es Lingüista.
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