Han transcurrido más de tres décadas desde el año l982 en el que retomamos la Democracia como sistema de gobierno y modo de vida del pueblo boliviano. Felizmente, se ha logrado vencer escollos y dificultades y se ha hecho efectivo ese anhelo que se hizo general hasta la elección de un nuevo gobierno el l8 de octubre, que deja la gran lección: solamente la unidad permitirá abandonar la profunda sima de pobreza que enfrentamos; que esa unidad tendrá por objetivo final desterrar los peligros de la anarquía que muchas veces nos ha causado mucho daño y ha dado lugar a que se dude de las virtudes y cualidades de los bolivianos y se nos endilgue --para bien o para mal-- el dicho: “Cada pueblo tiene los gobernantes que merece” y, hay que reconocerlo, muchas veces, no siempre tuvimos lo que merecíamos y hemos pagado muy caro, en pobreza y desunión, esa especie de sentencia.
Ahora, por las mismas experiencias sufridas, estamos obligados a rectificar rumbos corrigiendo errores, ampliando y perfeccionando lo bueno realizado, combatiendo a todo lo que es motivo y causa de mayor pobreza y desunión. Asumió el gobierno de nuestra República quien seguramente comprende la urgencia de practicar virtudes y hacerlas valores y principios con ideas, criterios, sentimientos y propósitos confiables para el pueblo. Será prudente no repetir ni utilizar sistemas y métodos pasados que, bien se sabe, han causado más daño que bien a las causas que son esperanza de desarrollo y progreso. Avanzamos mucho al consolidar nuestra democracia y eso implica conciliar sentimientos en pos de una unidad permanente; de evitar, por todos los medios, discordias partidistas, regionalismos, choque de intereses y todo propósito que no esté enmarcado en la intención o vocación de unidad solidaria y mancomunada entre todos los bolivianos.
Todo conduce, pues, a conseguir --como misión nacional-- un equilibrio político, social y económico; modos y medios para tomar conciencia cabal de los múltiples problemas del país y de la necesidad de trabajar honesta, honrada y responsablemente en cumplimiento de objetivos que las mismas circunstancias nos muestran, porque lo ideal sería no reincidir en nada de lo que ya nos causó mucho perjuicio. Es el gobierno, conjuntamente todas las instituciones públicas y privadas, en unidad sólida con el pueblo, que debe combatir todo lo contrario a los intereses y conveniencias comunes, con inclusión, en primera instancia, a la gran batalla para salir de la pandemia ocasionada por el coronavirus que cobra miles de víctimas fatales en el curso de los días y en todo el mundo. Una misión que es responsabilidad de todo el pueblo que debe cumplir todas las medidas antivirus dispuestas por las autoridades y nadie puede rehuir su cumplimiento, que es deber y responsabilidad de todos.
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