Economía de palabras
Quizá sea la primera vez que todo el país, todo, coincide con unos masistas. Esos que le gritaron al cocalero Morales, en la cara, “queremos gente nueva” le estaban diciendo a él que no lo quieren. Ni a él ni a su entorno.
Se necesita coraje para hacer ese coro en un lugar controlado por el equipo de inteligencia venezolano, que no se separa del cocalero, y de todos los soplones pagados por el poder económico del Chapare.
En una jugada hábil, pero sin disimular su molestia, el cocalero optó por interpretar ese grito de repudio como un pedido para que los candidatos a las elecciones subnacionales de marzo sean de gente nueva. Pero el repudio fue para él.
Quedó claro que quienes manejaron algunos detalles de la reunión tenían muy precisas instrucciones, comenzando por haber descartado, de entrada, el uso de guirnaldas hechas con hojas de coca, lo que es una novedad sorprendente en el MAS.
Incluso el protocolo de la cancillería había adoptado, durante los catorce años del cocalero, el uso de guirnaldas hechas con hojas de coca, como la que le colgaron al cuello al papa Francisco en su visita al país, lo que él aceptó encantado debido a sus inclinaciones políticas.
Altos funcionarios de las Naciones Unidas o de organismos financieros, como el FMI o la Cepal, tuvieron que caminar, sin chistar, con hojas de coca colgadas de sus cuellos en las ceremonias que organizaba el gobierno del cocalero.
¿Quién ordenó ese pequeño detalle, pero tan revelador? Alguien que se ha propuesto cortar el nexo que une al MAS con la coca o el narcotráfico, y ese no podía ser otro que el vicepresidente David Choquehuanca. Pertenece a la corriente de los aimaras que dice a quienes quieren escucharlos: “somos aimaras pero no cocaleros».
Esta es una batalla muy difícil. Choquehuanca ha ganado en la reunión de Cochabamba pero fue derrotado en el control del gabinete de ministros del presidente Luis Arce.
Dice Siglo 21 que la corriente del vicepresidente solo consiguió tres ministerios, mientras que el cocalero y su exvice consiguieron tener trece ministerios, dejando uno solo para Arce.
Pero la batalla de la Casa Campestre de Cochabamba fue aplastante. El cocalero salió derrotado. No pudo ni siquiera mencionar su deseo de que sus exministros hagan de rectores de gabinete de Arce.
Juan Ramón Quintana, uno de los más resistidos exministros, llegó a decir antes de la reunión que ellos debían ser incorporados en el gabinete, pero alguien cortó de raíz el tema diciendo que no hay dinero ni siquiera para los ministros de Arce y menos podrá haber para los exministros del cocalero.
En resumen, Choquehuanca 3, Morales 1.
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