El nuevo gobierno, dadas las experiencias recogidas del pasado, debe estar preparado para enfrentar situaciones conflictivas que germinen bloqueos de caminos y vías de comunicación en ciudades y provincias. El bloqueo de caminos se ha convertido, en varios años de práctica, en costumbre arraigada en la mentalidad de dirigentes, que lo consideran apropiado para lograr objetivos. Es decir, que el bloqueo sea la medida extrema ante la cual se rindan las autoridades y ellos, los dirigentes, arriben a objetivos que no ha sido posible alcanzar mediante el diálogo.
Hay situaciones que la experiencia muestra como muy difíciles de enfrentar debido a que la persistencia de pedidos y exigencias determina que cada autoridad deba “ceder de todos modos ante las exigencias” y si no lo hace, debe afrontar bloqueos y otros extremos que complican mucho más los problemas. Por experiencias vividas por varios gobiernos y sufridas por muchos pueblos del país se sabe de los sufrimientos por los que pasan poblados y personas que precisan trasladarse de un sitio a otro: no encuentran alimentos ni alojamientos durante los bloqueos, deben enfrentar situaciones de enfermedad, frío y extremos causados por la naturaleza, se obligan a destruir alimentos y artículos perecibles que el bloqueo ha impedido que lleguen a mercados y sufren descomposición; las pérdidas de los damnificados son inmensas y no hay razonamientos para conseguir comprensión por parte de bloqueadores para levantar siquiera momentáneamente los bloqueos para paliar los perjuicios causados por la paralización de vehículos, ya que conforme se desarrollan las negociaciones –si las hay– duran muchos días y hasta semanas; por su parte, los mismos choferes de vehículos parados y los propietarios sufren consecuencias con pérdidas cuantiosas. Pero, ante posiciones intransigentes, nada logran en pos de soluciones definitivas para problemas que muchas veces se reeditan porque en las primeras negociaciones no se previó nada permanente o definitivo.
Lo cierto es que, si se quiere solucionar de manera definitiva, honesta y responsable este grave problema, es urgente que las partes, antes de llegar a los peores extremos que derivan en bloqueos, dialoguen y examinen las diversas posibilidades para arribar muy luego a la mejor solución con la mejor opción que encuentren. Si efectivamente se quiere dar solución a problemas de paros y bloqueos de caminos y si hay voluntad para cuidar la legalidad, corresponde renunciar a intereses y conveniencias creados que no signifiquen mayores complicaciones futuras; las partes, en unidad de propósitos, deben encontrar caminos de solución aportando lo positivo que tengan en pro de sus intereses y de los de comunidades que se ven perjudicadas gravemente por los extremos. Hay obligaciones morales que obligan a las partes a obrar honestamente en beneficio del pueblo y no mantenerse en posiciones intransigentes que por costumbre conducen a situaciones ajenas a las partes en conflicto.
El bloqueo, como todo extremo, es censurable porque es atentatorio contra el bien común, va en perjuicio de poblaciones y dueños de vehículos, mercaderías, negocios y complota contra los intereses económicos de la nación; lo negativo casi siempre es atentatorio contra todo lo bueno y legal, contra lo justo y digno de quienes están dispuestos a conservar armonía y unidad en sus relaciones. Por todo ello, quienes se ven involucrados en crisis que determinan extremos deben actuar de consuno con los intereses generales del país, deponiendo conductas que sean contrarias a los intereses generales.
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