Con un peregrinaje silencioso y conmovedor delante a la curva B del estadio San Paolo de Nápoles, cientos de napolitanos despiden ayer con altares improvisados y lágrimas a Diego Maradona, ídolo de una ciudad que se identifica con su extravagante y a la vez trágica vida.
El desfile, la mayoría formado por hombres, casi todos con la mascarilla por la pandemia de coronavirus, se interrumpe de vez en cuando por los aplausos y coros de “Diego, Diego, Diego”.
Los aficionados han convertido el estadio en un santuario en memoria del argentino.
Cientos de velas, rosas azules, fotografías, bufandas y camisetas han sido colocadas frente a las rejas del estadio, que fue la verdadera casa de Maradona en Nápoles.
Rosario, de 77 años, famoso por ser el poeta del estadio, peluquero en su juventud y que vive enfrente del San Paolo desde 1954, recita una poesía que compuso la víspera tras recibir la noticia de la muerte de Maradona en en Buenos Aires, a los 60 años, de un paro cardíaco.
“Adiós, ciao Diego”, grita en lágrimas.
Una larga pancarta cubre la parte externa de la entrada al estadio y reza: “Al rey inmortal, tu bandera no dejará de ondear”.
Otra pancarta gigante con colores azul y blanco, los colores del club Nápoles, cuelga de desde el techo del estadio y reza “The King”.
El idilio de Nápoles con el “Pelusa”, que lideró al equipo a ganar el ‘Calcio’ en dos ocasiones, en 1987 y 1990, estuvo marcado por luces y sombras, fútbol y mafia. Para Il Mattino, el diario de la capital del sur de Italia, entre las ciudades más pobres de la península, donde la tasa de desempleo ha alcanzado el 30%, tres veces más de la media nacional, Nápoles es ahora “la tumba de Maradona”.