“¿Qué harían ustedes si fueran Maradona?”
La pregunta del astro fue dirigida a su círculo íntimo horas después de haber sido operado del hematoma subdural en el hemisferio izquierdo. En la tranquilidad de la habitación en la Clínica Olivos se hizo una pausa, hasta que uno de sus interlocutores le respondió: “No me gustaría ser Maradona ni un minuto”. El Diez ofreció una media sonrisa y replicó: “¿Viste? Eso me pasa todos los días. Estoy cansado, me gustaría tomarme vacaciones de Maradona”.
Fue en esos días que se filtraron los ofrecimientos de varios países (con Venezuela y Cuba a la cabeza) para que pudiera alejarse de la exposición mediática, para que no lo persiguiera la estela de su leyenda. Los últimos días de Diego Maradona antes de su muerte tuvieron el espíritu de esa charla filosófica. La intervención y el tratamiento por su cuadro de abstinencia habían logrado algo impensado hasta hacía un tiempo: que su familia y su círculo íntimo buscaran puntos de contacto para cuidarlo, cobijarlo, que volviera a ser él.