La búsqueda de un mejor futuro

Es imperioso promover ideas e ideales, en la histórica búsqueda de un futuro nacional llevadero. Soñar, de tal modo, con una Bolivia próspera, “con inclusión, diversificación productiva y justicia social”, tal como piensa el Presidente de la República. Generar confianza, que redunde por la unidad del país. Rectificar errores y aceptar los desaciertos. Dar la cara a los retos, por amor a la Patria.

Debiéramos despojarnos, en ese propósito, de actitudes revanchistas. Enterrar el pasado, vivir el presente y mirar el futuro, con optimismo. El pasado es historia y un país se construye con insumos nuevos. Parece que ciertos bolivianos respiran aún por la herida. Éstos no inspiran un ápice de reconciliación, sino que van en contra el reencuentro.

Los tiempos difíciles nos conminan a extremar esfuerzos, a ratificar voluntades políticas y, prioritariamente, a ser tolerantes, para sobreponernos a la crisis económica, agravada por efectos del “enemigo invisible”, que inquieta a gobernantes y gobernados, empresarios y asalariados. Y surgieron, a propósito, sugerencias de instituciones y personas entendidas en la materia, que al margen del análisis del momento, ofrecen pautas para resolver dicho problema. Que deberían ser tomadas en cuenta.

Nos veremos obligados, inclusive, a recurrir ante los acreedores internacionales, para solicitar un compás de espera en el pago del servicio de la deuda externa. Hasta que el país se recupere económicamente, según sostienen las autoridades nacionales. Esos recursos serían utilizados para la recuperación económica. La tarea no es fácil, tampoco existe una varita mágica para hacer milagros.

Se estima que la deuda externa está por encima de los 11.200 millones de dólares. Sin contar los 600 millones de dólares, provenientes también de fuentes externas, que se requerirá para pagar el Bono contra el Hambre. La mayor parte de este endeudamiento es de la gestión 2006 – 2019. El gasto público, además, estaría bordeando los 4.000 millones de bolivianos por mes. Y la anterior gestión habría dejado 17.000 millones de bolivianos en las arcas del Estado.

Urgidos por la necesidad, tendremos que extender la mano derecha, escondiendo la izquierda, para solicitar comprensión, tolerancia y ayuda a quienes hemos objetado, en el pasado reciente. Y que nos permitan sobrevivir, reactivar la economía, salir de este hoyo que se profundizó a partir de la caída de precios de los commodities, en el mercado internacional.

En tiempos difíciles, y nos lo recuerda la memoria histórica, quienes resultaron afectados, y siempre, fueron los más desprotegidos. Quienes viven al día. Quienes perciben ingresos fijos mensuales mínimos. Quienes tienen numerosos hijos. Quienes viven en alquiler. Quienes estuvieron marginados, por vida, de los enunciados, del bienestar social. De ahí que los bonos que se piensa entregar más adelante no serán suficientes para cubrir las necesidades de estos sectores. Aunque fluctúen entre los 500 y 1.000 bolivianos. Ya lo vimos, en ocasión del coronavirus. No había bolsillo que aguante. Muchos se sentían defraudados. Lo veremos en el terreno.

En suma: a mal tiempo, buena cara…