Raúl Alberto Quispe Catacora
Los bolivianos hemos vivido con una cuarentena restringida desde hace aproximadamente un año; justificada hasta el cansancio por las anteriores y actuales gobernantes, ya que la pandemia continúa afectando a la ciudadanía. Exigiendo, en consecuencia, cuidado, prevención y protección a la salud de la familia. Es una extraña enfermedad que dura en el tiempo, incluso los considerados asintomáticos no muestran síntomas de la enfermedad y pueden contagiar a las personas que están sanas. Rara enfermedad que incluso deja secuelas en los recuperados. Situación sanitaria que obligó a la colectividad a taparse la boca con un barbijo, a lavarse las manos con agua y jabón cada veinte minutos, a perfumarse las manos con alcohol en gel y se ha prohibido a los niños "salir de casa", mientras persista el coronavirus.
En ese mundo de recomendaciones y advertencias sanitarias que con valentía están tomando en cuenta los padres de familia, como en una guerra oculta y ficcionaria; muchos estudiantes y docentes extrañan la vida escolar que se desarrollaba de lunes a viernes en la escuela o colegio. Especialmente los niños y jóvenes extrañan la escuela, quienes casi enfermos por el virus "amartelo", constantemente preguntan a sus padres: ¿Qué será de la vida de mi profesora? ¿Cómo estarán mis compañeros de curso? ¿Estará estudiando mi amigo que no tiene celular inteligente? ¿Será que he aprobado? ¿Cuándo vamos a volver a la escuela?, etc.
Cuestionamientos innatos de los estudiantes que nos inducen a reflexionar y afirmar que están acostumbrados a asistir a la escuela en forma presencial. Sí, desde la Revolución Educativa de 1955 están habituados a una educación presencial de carácter conductista, con disciplina y obediencia. Por eso extrañan la voz de mando del docente de Educación Física en las formaciones de ingreso y salida de la escuela, extrañan esas melodías alegres de acordeón de los profesores de Música, añoran escuchar la voz tierna y pausada de la profesora de aula, extrañan esas llamadas de atención del señor Regente en momentos de desorden escolar.
Entonces podemos afirmar, sin lugar a equívoco, que hemos sido habituados a un sistema educativo de carácter conductista-constructivista de dependencia, de asistir físicamente a la escuela de lunes a viernes, cumplir un horario escolar en cada unidad educativa por la dirección y prestar la atención necesaria al profesor en hora de clases. Consecuentemente, dependen los estudiantes de los conocimientos pedagógicos de los maestros y maestras de aula y especialidad en nivel secundario; por eso extrañan los niños y jóvenes la hermenéutica cotidiana de la escuela, extrañan innegablemente el funcionamiento de las clases presenciales.
Ante esta coyuntura educativa de ausencia de clases presenciales, las autoridades actuales del Ministerio de Educación deben a la brevedad tomar las previsiones para encarar eficiente y efectivamente las actividades educativas en la gestión educativa 2021; preparando un “Plan de Contingencia Educativa”, consensuado con los actores directos de la educación. Es necesaria una planificación concertada, priorizando el calendario escolar, contenidos curriculares, nivelación de conocimientos interrumpidos por la pandemia, adoptar medidas de bioseguridad sanitaria, establecer la conectividad y cobertura con servicio de Internet en las escuelas, uso de la infraestructura mientras continúe la pandemia, entre otros problemas acumulados en el ámbito educativo.
Medidas que deben tomar con anticipación las autoridades del Ministerio de Educación, pensando siempre en el mejoramiento de la calidad educativa de los estudiantes, puesto que la educación por mandato de Constitución Política del Estado, establecido en el artículo 77: “Constituye una función suprema y primera responsabilidad financiera del Estado, que tiene la obligación indeclinable de sostenerla, garantizarla y gestionarla”, para que nuestros hijos ya no extrañen la escuela.
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