Entrelíneas
De seguro, más de uno podría narrar peripecias que marcaron momentos imperturbables del transitar por el siempre complejo e inevitable escenario del mundo político. Más allá del lugar desde el cual se interviene, queda claro que nuestras lecturas críticas de la realidad social, política y económica, son rigurosamente analizadas desde el lente reflexivo de unos y otros actores que, dependiendo del lugar que ocupan, será posible configurar contextos que van desde los más convincentes hasta los extremadamente idealizados.
Resulta imposible substraerse del quehacer político, pues, tal como señalara el filósofo griego Aristóteles, el hombre es esencialmente un animal social, racional y político, debido a los tres componentes que lo constituyen (naturaleza, hábitos y la razón) y, junto a la palabra, tiende a manifestar lo conveniente y lo perjudicial, lo justo e injusto; y sea de manera implícita o explícita, elabora lecturas del devenir histórico por el que cotidianamente transita.
Ahora, si decide participar activamente en el interior de un partido, frente, asociación, sindicato o gremio, necesariamente se involucra e interviene desde una esfera de poder, convirtiéndose en tomador de decisión y operador, cuyo propósito será construir colectivamente los valores y principios ideológicos, las directrices del plan de trabajo y el discurso político, para luego ser socializado y difundido hacia el potencial electorado, así como asegurar el posicionamiento de la imagen de los candidatos, cuidando resaltar sus cualidades y virtudes personales, familiares, profesionales, pero también humanas, pues en determinado momento, suelen ser muy favorables.
No es suficiente cumplir y aplicar monólogos orientadores para ser buen operador político, pues resulta ser aún más importante la cordialidad, la empatía, proactividad y estar siempre dispuesto a oír razonamientos y sugerencias que continuamente emergen de la efusiva e inquieta base militante, ávida de lanzar al ruedo electoral consignas, propuestas seductoras y persuasivas para ampliar la preferencia electoral.
Además de la diplomacia, la prudencia y la paciencia para tomar decisiones, es también importante contar con la confianza y apoyo de los candidatos, pues sin ellos sería imposible conducir el proyecto político y ejercer la condición de interlocutor y de representación ante la militancia, los circunstanciales adversarios y, principalmente, ante la instancia rectora encargada de administrar y conducir el proceso electoral.
En ocasiones, también deberá evadir virtuosamente las continuas tensiones y pugnas de poder que, como es natural, inexorablemente se producen, en un claro afán de promover nuevos liderazgos al margen de las candidaturas propuestas. Por lo general, estas dinámicas suelen afectar directamente a los operadores con la intención de buscar desplazarlos y ocupar su lugar, recurriendo a una variedad de recursos que van desde el cuestionamiento a su liderazgo, la confrontación ideológica, hasta la insana descalificación indecorosa e innoble.
Lo cierto es que la tarea de los operadores políticos transcurre por caminos y senderos insospechados tanto a nivel interno como externo. En lo interno, es común apreciar tensiones que, por un lado, dan cuenta del clientelismo partidario basado en la inversión de recursos y, por otro, la militancia activa que apuesta a su capacidad de convocatoria y de cohesión para ejercer influencia y poder de decisión. En lo externo, aparecen los infaltables detractores gratuitos y adquiridos y que están compuestos por aquellos veteranos políticos considerados “gurús experimentados”, cuya estrechez de sentido, suele bloquear capacidades de discernimiento, resolución y amplitud en la hora de comprender que el tiempo de celebridad ha concluido y es hora de dar paso a nuevos actores, cuyas miradas y prácticas del hacer política, definitivamente están muy lejos de los convencionalismos y experiencias ortodoxas de antaño.
MGR. Marcelo Chinche Calizaya, catedrático universitario e investigador.
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