Males crónicos que padecen pueblos del Cuarto y Tercer Mundo son la pobreza y el subdesarrollo, males que con el correr de los años se han agravado y hasta adquirido cierta institucionalidad, al ser parte sustantiva de la vida de niños, mujeres y ancianos que no siempre viven como seres humanos. Indudablemente, muchas naciones y pueblos no tienen posibilidades para salir de situaciones que causan angustia y desesperación, por casos como la muerte por inanición, extremo que padecen madres que con senos flácidos por el hambre no pueden dar leche a sus hijos recién nacidos, que no tienen otro remedio que esperar la muerte para poner fin a sus angustias.
Miles pueblos, cada cierto tiempo, reciben ayuda y comprensión de entidades y países con exceso en su producción y balances financieros. Se trata de ayuda en dinero, alimentos y medicinas; ayuda que despierta en esos pueblos un ruego que se hace clamor: “Gracias, pero no nos den alimentos y elementos para vivir, dennos medios para producirlos por nosotros mismos”. Ese ruego se hace lamento en quienes querrían recibir inversiones en dinero, tecnología y asesoramiento humano para crear riqueza, diversificar su producción, ampliar sus mercados y salir, con la dignidad debida, de estados de pobreza que denigran y crean situaciones de mendicidad que son, por igual, ofensivas, tanto para quienes otorgan ayuda como para los que la reciben.
Es simple el razonamiento: “Si unos superaron excesos de pobreza y lo hicieron por sus medios, ¿por qué no podemos hacer lo mismo si podemos conseguir capacidad para activar nuestros valores y acrecentarlos como lo hicieron los ricos y desarrollados? Muchas veces, especialmente en organismos internacionales, se ha pedido que los ricos compartan sus excedentes financieros y su tecnología, instalándolos en los países pobres y organicen empresas productivas utilizando tecnología y, en lo posible, materia prima propia, para producir lo que necesite el pueblo y se prescinda de importaciones que hacen más ricos a los ricos y empobrecen más a los pobres. Pero siempre hubo negativas, alegando, a veces, “incapacidad de los pueblos para producir por sí mismos”; razonamiento absurdo porque ellos, los ricos, no nacieron sabiendo, hicieron lo que los benefició con aportes de los que sabían y tenían hasta producir lo que sus pueblos exigían y, luego, exportar excedentes que les permitió contar con divisas para satisfacer sus necesidades.
Nuestros gobiernos no han podido tener conciencia de que es posible conseguir todo mediante la educación, la formación de valores desde niños hasta jóvenes; en otras palabras, abrirles las puertas para el ingreso de lo que se quiere y se puede conseguir con el propio esfuerzo, y no dejar que todo ello ingrese en nuestro país por las ventanas, poco a poco y conforme quieran los que producen y exportan. Es decir, también pueden lograr capacidades para usar y hasta mejorar tecnologías, porque mediante la educación pueden conseguir altos conocimientos y experiencias. Además, que los desarrollados compartan conocimientos en nuestras universidades con jóvenes dispuestos para ampliar el mundo de las ciencias y aplicarlas en todos los emprendimientos industriales que haya en el país.
El gobierno debe crear condiciones para que el país se fortalezca en conocimientos y adquiera experiencias otorgando becas y propiciando estudios de especialización; debe empeñarse en atraer inversiones financieras, tecnológicas y humanas que ayuden efectivamente a usar y consumir todo lo que el pueblo necesite. Es urgente retirar la mano que pide y reemplazarla con la mano que produce y amplíe los ámbitos de producción confiando en la voluntad y capacidad de quienes podrán salir airosos ante los desafíos que se les plantee. Lo que hay que hacer con urgencia es combatir a la corrupción en todas sus formas y, luego, evitar el surgimiento de nuevos elementos que diseminen corrupción en los pueblos que requieren, con mucha urgencia, vencer a la pobreza y al subdesarrollo. En otros términos, es necesario moralizar mediante la educación en todo nivel y, además, dar ejemplos indestructibles con honestidad y responsabilidad en el servicio a la nación.
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