David Espejo
“No hemos fundado la ciudad con el objeto de que una clase de ciudadanos sea particularmente dichosa, sino con miras a que toda la ciudad sea la más feliz posible, porque no queremos la dicha de algunos, sino de todos”. Platón. La República.
La ciudad de Nuestra Señora de La Paz, fundada el 20 de octubre de 1548, por el capitán Alonso de Mendoza, situada a 3.630 m.s.n.m. se ha convertido en la urbe más importante por su población, cultura y riqueza multilingüe. A 80 Km se halla el lago Titicaca y a 40 Km el hermoso e incomparable Illimani (Achachila).
La Paz, metrópoli pujante, irradia luz y esperanza de futuro mejor, como dice el escudo en letras sobresalientes, “En paz y amor se juntaron para perpetua memoria”.
Nuestra hermosa ciudad maravilla es como una batea entre ríos y vertientes que desembocan en el centro de la ciudad, esa fisonomía le permite ser una ciudad fantástica por su topografía, subidas y bajadas, con construcciones de viviendas en las faldas de los cerros y el transporte teleférico constante. El paceño testimonia su deseo de ayuda recíproca a los demás departamentos para que amplíen sus posibilidades de cultura, economía, educación y desarrollo, igual que los demás países en Latinoamérica y por qué no mundialmente para una vida mejor.
El pueblo paceño (chuqutas, pico verdes) en 1885 en la época de la Revisita (distribución de tierras) se encontraba dividido entre indígenas, criollos y españoles, los unos habitaban hasta lo que ahora es la catedral de San Francisco como límite, divididos por el río Choqueyapu, y los otros al frente, los miraflorinos (Putu-Putu), de Obrajes y otras latitudes. Esta tierra bendita que Dios nos dio fue conquistada por los españoles, y los aborígenes que habitaban estas parcelas de terreno se consideraban con orgullo con el nombre de “conquistos”, originarios que recibieron tierras a 7 hectáreas y los agregados 3 hectáreas, según los archivos de varias instituciones como la prefectura, la municipalidad, la reforma agraria y derechos reales, donde aparecen inscritas en 1907, en 1922, varias sayañas de nuestros ancestros que han heredado de sus antecesores y se los llamaba “terratenientes de la ciudad de La Paz”.
Las tierras que recibieron en ese entonces eran llamadas y medidas como tablones, Sayañas, Tiskus (parte de Sayaña). Los terratenientes que recordamos son los de San Pedro “Nina Huanca”, Chijini familia Quispe “Koruruma”, luego los Korimangasa del barrio del Tejar y adyacentes y muchos que hemos olvidado.
Los terrenos también se llamaban Botij Laka, Huajrankaya, Rosaspata, Ancokollo. Después de la reforma agraria las poblaciones indígenas se vinieron a la ciudad de La Paz desde las provincias cercanas, encontrando parcelas de terreno con variedad de sembradíos y animales de granja en los terrenos de barrios alejados del centro. Los advenedizos abandonaron sus parcelas dotadas por la reforma agraria en el campo, tal vez por falta de riego o por terreno árido, emigraron a la ciudad en calidad de arrendatarios (inquilinos). Luego de poseer un tiempo se unieron entre ellos y comenzaron a lotear las propiedades, cometiendo delitos de despojo de propiedad, secundados por dádivas políticas de entonces. Se apropiaron de terrenos haciendo un despojo violento.
Hoy en la actualidad se sigue percibiendo loteamientos en áreas verdes municipales y aún más en las periferias. Debido a estos avasallamientos la injusticia campea en las zonas periféricas, razón por la cual pedimos que tomen conciencia tanto gobernantes como gobernados para regularizar estos problemas. Que no haya más delitos de esta clase y se lance la medida de conciliación para todo delito. Todos merecemos someternos a los dictados de la Constitución Política del Estado y las leyes y normas que rigen nuestro país en un estado de derecho, por una convivencia pacífica en nuestra sociedad que se perfila como un Estado plurinacional, multilingüe.
Sin otro particular, me despido muy atentamente.
David Espejo es O.F.S.
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