Samuel Mamani Maquera
Pasaron los tiempos cuando en las ciudades se observaba a parejas de policías a los que entonces se llamaba carabineros, hoy caminando por nuestras calles a ninguno encontré. Eran hombres fornidos de origen indígena, gallardos, con las botas bien puestas y muy bien lustradas, listas a someter a cualquier delincuente con una llave de luchador para llevarlos a la comisaría más cercana. En el centro comercial de la ciudad de La Paz, como es la zona del Gran Poder eran conocidas las comisarías; una en la zona Chijini, otra en la plaza de la Garita de Lima y en la Buenos Aires, en el Mercado Hinojosa, comúnmente llamado “Puente negro”. A diario eran llevados a dichas comisarias personas que hacían escándalo en vía pública, choferes peleando porque el uno insultó al otro, delincuentes comunes, no pocas mujeres caían en la comisaria, algunas por un pequeño problema de sus puestos de venta o por simplemente haberse mirado con el ojo chueco.
En la ciudad del Alto, en su aniversario el 6 de marzo, se lleva a cabo el desfile cívico, donde participan diferentes instituciones, entre ellas ingresan los que otrora fueron gallardos caballeros cadetes de la Academia de Policías, esta vez con un uniforme de camuflado y con diferentes máscaras, unos de calavera, otros con caretas de tigre, altos de estatura y armados hasta los dientes, cuya sola presencia infunde temor y respeto. A estos policías quisiéramos verlos rondando en las calles, sobre todo de la Ceja o la Garita de Lima. No entendemos por qué no se ve a policías, menos por las noches. La población está a su suerte, suceden robos a la luz del día y por las noches. En terminales de buses, paradas de micros, plazas, mercados, etc., se observa a muchachos dedicados al consumo de clefa o drogas.
El comandante de la Policía nacional se jacta de tener bajo su mando a más de 40.000 policías, pero a ni uno se lo ve. ¿Dónde están?
Señoritas que apenas han abandonado la niñez, se encuentran ya en el mundo del alcoholismo, las drogas o la prostitución. Bares y cantinas clandestinas están abiertas 24 horas, jóvenes pandilleros atemorizan a transeúntes con arma blanca. Las pocas cámaras de vigilancia que existen en las calles más concurridas, no son suficientes para frenar el avance y crecimiento de la delincuencia.
Cerca al mediodía por la Ceja del Alto me encontré con dos parejas de jóvenes drogados con clefa. Les pregunté si habían almorzado, me dijeron que no. Luego los llevé a una pensión para compartir un almuerzo con ellos, siendo una oportunidad para recomendarles que dejen el mundo de las drogas y la delincuencia. Les recordé que en el mundo también hay gente buena que piensa y desea el bienestar de todos ellos y que dejen de amenazar o utilizar armas punzocortantes, porque dañarían o lastimarían a una de esas personas que bien pueden ayudarles a salir adelante.
En cierta ocasión, luego de una jornada en colegio, Felipe, un estudiante sordomudo fue atracado por un par de muchachos pandilleros, en la Av. Ecuador. Felipe retornó corriendo al colegio y mediante señas le entendimos que fue atacado por jóvenes delincuentes. Corrimos hasta alcanzarlos y regañarles por el abuso contra un estudiante con discapacidad fono auditiva. Nunca más se los vio merodear el colegio.
Nuestra petición a través de este medio es pedir que salgan a las calles a patrullar parejas de policías muy bien entrenados, si fuera posible en artes marciales, para dominar a avezados delincuentes que andan atemorizando a la población.
Samuel Mamani Maquera es Director del Colegio José Carrasco Torrico de La Paz, licenciado en Ciencias de la Educación.
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