La comunidad internacional siempre ha sido solidaria ante los países que atravesaban situaciones adversas. Jamás ha sido indiferente ante las señales de auxilio que emergían del seno de los pueblos inmersos en zozobra e incertidumbre. Lo hizo al margen de todo tinte político o tendencia ideológica, sin detenerse a calificar si son del primer mundo o están en vías de desarrollo.
Teniendo en cuenta, como bien relata la historia, que la Organización de Naciones Unidas (ONU), fundada en 1945 en San Francisco, tiene por objeto “cooperar en la solución de problemas internacionales de carácter económico, social, cultural o humanitario…”. De estos principios están persuadidos todos los integrantes de ese ente representativo. Ese criterio se impone entre las naciones que aspiran a construir un mundo mejor.
Creemos que, en este contexto, la solicitud boliviana referente a la condonación de la deuda externa, dada a conocer en la trigésima primera sesión extraordinaria de la Asamblea General de la ONU, tendrá repercusión favorable, por cuanto tocará la sensibilidad de sus ilustres componentes. Obviamente que la tarea, tendente a lograr ese objetivo, no será fácil, porque por medio estarán los acreedores: BID, CAF, privados (Bonos Soberanos), China y el Banco Mundial. También llamará la atención nuestra abultada deuda externa. Una deuda que ha crecido enormemente desde 2007, hasta el pasado año. Ha crecido inclusive en los años de bonanza económica, resultado, como bien sabemos, de los altos precios que alcanzaron las materias primas en el mercado internacional.
La mayoría de las naciones con representación en dicho organismo conoce, por lo menos mediante las redes sociales, tan de boga hoy, los avances y retrocesos, las angustias y alegrías de la nación boliviana en la lucha por la vida, por salud y bienestar, en tiempos devastadores, del “enemigo invisible”. Con la entrega, inclusive, de diferentes bonos, destinados a mitigar los efectos de la cuarentena.
La ONU debiera tomar nota, asimismo, que el Bono contra el Hambre se distribuye, en el país, con recursos provenientes del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo, que fueron gestionados por el anterior gobierno constitucional. Por supuesto que las arcas del Estado estuvieron debilitadas, aunque no quieran reconocerlo algunos radicales, desde la caída de los commodities, que se registró allí por 2014. La situación fue empeorada, indudablemente, por la emergencia sanitaria que provocó la pandemia del coronavirus.
Este virus nos pescó en la curva. No teníamos hospitales ni insumos médicos, menos profesionales especialistas en ese tema. Se tuvo que asumir la cuarentena, o confinamiento voluntario, para estar a salvo, de dicha enfermedad. Realidad que fue agudizada por el bloqueo de caminos, que impedía el ingreso de oxígeno medicinal a los hospitales. Muchos pensaban que médicos cubanos solucionarían de inmediato el coronavirus. Pero ese país estuvo en la misma o peor situación, que nosotros.
En suma: Bolivia unida, fortalecida por el esfuerzo de sus hijos y desprovista de toda actitud exclusiva, revanchista o de persecución, logrará que sus objetivos sean satisfechos a pedir de boca.
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