Marcelo Miranda Loayza
El burro, la estrella, los pastores y el pesebre son figuras tradicionales de La Navidad; pero ¿entendemos el verdadero alcance de estas imágenes?, sin ser experto en el tema, trataré de realizar en las siguientes líneas una pequeña reflexión sobre estas representaciones ya clásicas del nacimiento de Jesús.
EL BURRO. El asno o el burro es despreciado por ser testarudo y necio, pero también es apreciado por útil y fuerte, en el van unidas estas dos realidades contradictorias, lo que hace que su figura tenga un papel clave en las tradiciones de Navidad, ¿es que acaso el ser humano no es igual?, necio y testarudo por un lado y por el otro, útil y fuerte. En los relatos bíblicos el burro es útil y carga en su lomo al Mesías, con humildad lleva la preciada carga. Dios nos da una gran lección en el humilde burro y es que muchas veces una criatura irracional puede estar más cerca de Dios que un hombre culto y glamoroso, como ven, no es la calidad de burro lo que hace que este sea digno de llevar al Mesías, sino más bien su actitud. San Ambrosio con gran sabiduría decía: “aprende del burro a llevar a Cristo, aprende con diligencia a ofrecerle la espalda de tu espíritu, aprende a estar bajo Cristo, para que puedas estar sobre el mundo”.
LA ESTRELLA DE BELÉN. En sentido genérico, las estrellas son un símbolo de la armonía cósmica creada por Dios. Ya en el relato bíblico del nacimiento de Jesús, la estrella es la que guía a los tres magos de oriente hacia su encuentro con el Mesías (Mt. 2,1-12). Sobre esta figura se ha realizado numerosas investigaciones, algunos señalan que la Estrella de Belén fue en realidad el famoso cometa Halley, otros que fue una súper nova, o que fue la conjunción de varios planetas, etc. Lo más probable es que nunca lleguemos a saberlo con certeza, pero lo que realmente debe importarnos es la función que ésta realizó, la cual fue anunciar desde el cielo el regocijo de toda la creación por el nacimiento del Dios Niño. También nos debe llevar a la reflexión que los únicos que se tomaron la molestia de levantar los ojos hacia el cielo y ver la señal que Dios mismo puso, fueron los que en ese entonces eran considerados como paganos e infieles, mientras que los sacerdotes, sabios y poderosos de le época, solo miraban brillar el resplandor de sus obras y de su oro.
LOS PASTORES. “La noche que María dio a luz al Niño Jesús, unos pastores que se encontraban por la misma comarca fueron visitados por el Ángel del Señor, la gloria de Dios los envolvió en su luz, y sintieron temor y el Ángel les dijo, no teman, pues les traigo una buena noticia” (Lucas 2:8-12). Así relata el evangelio de San Lucas el anuncio por parte del Ángel del Señor a los pastores, avisándoles que el Salvador había nacido en la ciudad de Belén. Esta buena nueva no se les anuncia a los sabios, ni a los poderosos, son más bien unos simples pastores los que son regocijados por la noticia y son ellos los primeros en llegar a presentar su amor y su veneración al Dios Niño. La humildad de los pastores sobrepasó el ego de los eruditos, nuevamente nos encontramos con otra gran lección de Dios, en la balanza del Amor, pesa más la humildad y la sencillez que el ego y las magnificencias humanas.
EL PESEBRE. El pesebre o lugar de reposo de los animales, en los tiempos de Jesús, no se encontraba fuera de la casa, sino más bien dentro de la misma, en la planta baja de la vivienda, mientras que en el alto de ésta estaban los aposentos. Esto se debía principalmente a mantener el calor dentro la morada y también evitar el robo de los animales. Es en este pesebre, rodeado de bosta, pajas y animales donde fue a nacer Jesús (Lc 2:12), Dios no eligió el gran templo Judío o los impresionantes palacios de Cesárea de Filipo para que nazca su hijo, más al contrario, volvió a elegir la humildad y la sencillez, pues es ahí donde Dios encuentra la grandeza del Amor.
El burro, la estrella, los pastores y el pesebre, en su encuentro con Jesús Niño, fueron potenciados hasta su máxima expresión, trascendiendo en el tiempo, desarrollando todas sus capacidades, siendo los únicos requisitos para esto: la humildad, la sencillez y sobre todo el Amor. Dejémonos potenciar por el Amor de Dios, ya que estas cuatro figuras clásicas de la Navidad, siguen esperando atentas para volver a trascender y brillar, ocultas en el nacimiento de tu corazón, donde Jesús quiere volver a nacer.
Marcelo Miranda Loayza es Teólogo y Bloguero.
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