Bernardo Cayllante Luna
Muchos consideran que el docente es el gran mediador en este proceso, por lo que se hace necesario valorar su vocación pedagógica, vocación social. Al respecto cabe subrayar un cambio, antes se hablaba del maestro apóstol; ahora somos maestros concretos, necesitamos comer, sostener a la familia, ¿no? Creo que no habrá eficiencia pedagógica, técnico-pedagógica y profesional si no hay un componente de eso que llamábamos el maestro apóstol; es decir sin una capacidad de condición idealista. Si no hay ese componente, creo que incluso carecemos de imaginación pedagógica, de iniciativa pedagógica en los momentos más difíciles, en los momentos de impase y en los momentos en que vemos que todo lo que hemos hablado, planteado y trabajado durante años, podría correr los riesgos de quedarse paralizado. Entonces, ni absolutizar una dimensión del maestro apóstol, ni quedarse tampoco en la “chatería” de creer que lo exclusivamente técnico pedagógico es la respuesta que nuestra sociedad necesita.
Creo que hoy, como nunca, se requiere simultáneamente la calidad de nuestro propio ejercicio profesional y parte de esa calidad es la tonalidad y el espíritu con el que nosotros lo hacemos, no es un añadido, no es para los que son buena gente, no es para los que tienen otro tipo de responsabilidades familiares; es para cualquier maestro en cualquier condición en que se encuentre. Creo que es fundamental, porque hoy, no hay sólo una crisis económica y social, hay también una crisis de ideales, pero fundamentalmente hay también una estrategia de desmovilización de los elementos más ricos y más potenciadores de todo educador. Porque no se puede educar sin esa pasión, no podemos educar si no hay ese instinto, esa voluntad y ese sentimiento de creer que hay algo posible y probable en el interior de todas nuestras acciones. Hay que discutir sobre la fuerza y poder que tenemos como mediadores en todas estas experiencias y los riesgos que también corremos para cumplir con esa mediación y la responsabilidad que podemos tener en la paralización de muchas cosas.
El maestro tiene la posibilidad de articular saberes (saber popular, saber científico, saber político) que los está compartiendo con las y los niños, con las señoritas y jóvenes. Ahí tiene la posibilidad de hacer una mediación cristalina y de cosas realmente serias y consistentes desde el punto de vista no sólo científico, académico, sino también humano. Es la fuerza de poder impactar y el riesgo también de lo que pueden significar sus debilidades en cuanto a su formación y en cuanto a su propio testimonio y a la necesidad de ser un ejemplo. A todos se les debe exigir cuidado. Pero el maestro como que está más exigido, porque cotidianamente tiene entre sus manos a quienes de alguna manera van a asimilar y van a tratar de reproducir lo bueno y lo mejor que haya encontrado en su educador, quien muchas veces pasa a ser el verdadero adulto con el que se encuentra por primera vez un niño; que muchas veces es el sustituto de un padre que no lo tuvieron, aunque viva a su lado, o que puede ser la madre o la compañera.
Entonces, realmente hay una responsabilidad muy grande sobre esto. Esa mediación es lo que hace a veces un ejercicio del poder, no solamente en cuanto a saberes, sino a influencia en los niños; lo que constituye de todas formas un riesgo. Si el docente está solo, si no tiene posibilidades de equipo, de grupo, de colectividades, de sindicato o de comunidad, donde él pueda recibir una manera de procesar su actitud y su propio comportamiento, cualquiera puede terminar siendo mucho más autoritario de lo que supone; porque la tendencia es hacia el autoritarismo. Es decir, hacia reproducir en el aula formas con las cuales hemos sido educados, o la sociedad nos trata. Entonces cuando hemos hablado de mediación, hemos hablado no solamente para lo macro, lo que es el papel estratégico que juega el maestro en cualquier tipo de reforma, sino en las reformas cotidianas, que están en las pequeñas y las más puntuales. Ahí es donde se ve que esto es realmente importante y delicado.
Usurpado el 7 de octubre de 1970, por defender EL DIARIO |
Dirección:
Antonio Carrasco Guzmán
Jorge Carrasco Guzmán |
Rodrigo Ticona Espinoza |
"La prensa hace luz en las tinieblas |
Portada de HOY |
Caricatura |