Nadie sabe qué nos depara el futuro. Particularmente, el 2021. En ese entendido debiéramos aprovechar este espacio, brevísimo, por cierto, de paz social, para restañar heridas y deponer acciones de odio político. Olvidarnos de la mezquindad política que ha frustrado, en todos los tiempos, la construcción de un destino mejor. Que el revanchismo, la persecución y la descalificación, al adversario coyuntural no nos distraiga en el supremo objetivo de servicio a la Patria. Y hagámoslo sobre todas las cosas. Por consiguiente: debiéramos promover la unidad nacional, cerrando filas en torno a Bolivia y su venidero, porque nos urge encarar problemas apremiantes.
Teniendo en cuenta, prioritariamente, que llevamos sobre nuestros hombros la pesada carga de una deuda externa que sobrepasa los 11.300 millones de dólares. Ésta fue adquirida, inclusive, en tiempos de bonanza económica. En circunstancias, para ser más precisos, que el país recibía importantes montos de dólares, por la exportación del gas natural a mercados vecinos. Proceso de endeudamiento que se profundizó a partir de 2008.
En ese marco de incertidumbre económica, resulta que cada habitante boliviano es deudor de 1.600 dólares, por dichos créditos adquiridos durante los últimos catorce años. Es la cifra más alta en la historia del país, aseguraron entendidos en el ramo. Ese es el legado que recibimos del pasado inmediato. En 2007 la deuda por cada boliviano fue de 557 dólares.
Por consiguiente: Bolivia, con aproximadamente once millones de habitantes, requerirá del concurso de las naciones desarrolladas o en vías de desarrollo, imperialistas o antiimperialistas, para tratar de alivianar cuentas ante sus acreedores, como el Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, Banco Interamericano de Desarrollo, Corporación Andina de Fomento y otros.
Y siempre ha gozado, gracias a Dios, de la simpatía de quienes constituyen la comunidad internacional, no sólo en éste, sino en el anterior gobierno. Con excepción de algunos presidentes que interpretaron, a su manera, enceguecidos por pasiones político – ideológicas, la realidad socio – política boliviana. No valdría la pena mencionar sus nombres ni sus países. La opinión pública, interna y externa, los conoce, de sobra.
Comunidad internacional que, en los momentos más complicados que le tocó vivir a Bolivia, por la arremetida del “enemigo invisible”, siempre le ha tendido la mano solidaria, de respaldo y cooperación. Jamás asumió una actitud de indiferencia. Prueba de ello es que ha llegado, en diversas ocasiones, trayendo su granito de arena para contribuir en la lucha por la vida, por la salud y el bienestar, en los meses más difíciles del año que ya se despide. Tendría que dar cuenta de ello el gobierno constitucional que se fue. A pesar que la Cancillería debe guardar en sus archivos una relación completa sobre este particular.
Y los bolivianos debiéramos aprovechar ese principio de solidaridad, ratificado por aquélla a favor nuestro, de manera sincera, honesta y desinteresada, para generar una corriente que nos permita, inclusive, lograr la condonación o la inmovilización temporal de los pagos del servicio de nuestra deuda externa. Ello beneficiaría, enormemente, a los supremos intereses nacionales y, particularmente, al pueblo boliviano, que vive pendiente de alcanzar mejores condiciones de vida.
En suma: de veras que nos requerimos unos y otros para salir adelante.
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