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[Hernán Zeballos]

Encuentro entre rivales


Continuamos con el relato de “20 mil leguas de viaje submarino”, obra clásica de la literatura universal, escrita por Julio Verne.

Después de más de tres meses de navegación atravesando del Atlántico al Pacífico, el Abraham Lincoln, conducido por el comandante Farragut en la búsqueda del supuesto narval, un supuesto monstruo que ya se tornaba mítico, es avistado por la tripulación que andaba con la mirada atenta todo ese tiempo. Y empieza la persecución a lo largo de las Malvinas, con el supuesto monstruo que giraba en torno al Abraham y se ajustaba a la velocidad del Abraham. Lo único distinto de este supuesto monstruo es que tenía una corteza impenetrable y despedía una potente luz, como si fuera una luz eléctrica.

Relata el capitán: "el 20 de julio atravesamos el trópico de Capricornio a 105º de longitud, y el 27 del mismo mes, el ecuador por el meridiano 110. La fragata tomó entonces una más decidida dirección hacia el Oeste, hacia los mares centrales del Pacífico".

Pero el 5 de noviembre, después de unas recriminaciones de Conseil a su amo, se oye el grito de Ned Land, ¡Ohé! ¡la cosa en cuestión a sotavento, al través! Después de horas de persecución, Ned Land decide lanzar su arpón, el cual golpea un cuerpo duro. Se produce un choque espantoso y Ned, Farragut y Conseil son despedidos al océano para convertirse en meros náufragos. Los tres empiezan a nadar turnándose para jalar a los otros dos.

A poco escuchan unas voces que responden a sus llamadas de auxilio. Los náufragos se encontraban sobre una embarcación metálica (el supuesto narval) y a poco se abre una escotilla y surgen manos que los auxilian.

Claramente se trataba de una embarcación submarina, muy distinta a toda otra nave que ellos conocían en esos tiempos. A poco empiezan a funcionar las hélices que ponen en movimiento la misma. Unos instantes después emergen de la nave ocho hombres que hablan un lenguaje extraño y que los introducen al submarino.

Se abre una compuerta y los tres náufragos son introducidos al submarino a una habitación que tenía una espesa estera de cáñamo. Luego se da una súbita iluminación proveniente de un globo eléctrico en el cielo raso y se veía una mesa y cinco banquetas. Entraron dos desconocidos a los cuales nuestros náufragos les dirigieron palabras en inglés, francés, alemán y finalmente latín, sin que los habitantes del submarino dieran señales de entender. A poco los tripulantes les sirven una excelente cena, toda de productos marinos.

En la próxima visita del "steward" nuestros náufragos lo atacan, pero en eso ingresa una persona, claramente el jefe que hablaba en francés y que da muestras de saber de quiénes se trataba cuando dice: "cálmese señor Land, y usted, señor profesor, tenga la amabilidad de escucharme". Aparece el comandante Nemo.

A partir de ese momento se da un trato muy cordial a los náufragos y el profesor Pierre Aronax recibe un trato preferencial, con una habitación al lado de la del comandante.

Todo lo que sigue es la historia del comandante Nemo, porque decide construir la nave formidable, el "Nautilus", para vivir alejado del mundo terrestre y con el cual se realiza el viaje de las 20 mil leguas, recorriendo océanos y mares distintos, incluyendo la visita a un bosque submarino.

La historia concluye cuando el Nautilus es atacado por un barco de guerra el cual es hundido, este hecho es aprovechado por los tres náufragos, los cuales ya disponían para su huida de un bote con el cual logran llegar a una isla y de allí embarcarse a Francia.

A su vez el Nautilus se dirige a El Maelstrom, un paraje de la costa noruega que atrapa los barcos sin que éstos puedan volver a la superficie. Una decisión que aparentemente fue tomada por el capitán Nemo, para ser devorado por el océano.

La reflexión final del autor: ¿Se me creerá? No lo sé. Poco importa después de todo. Lo que yo puedo afirmar es mi derecho a hablar de estos mares bajo los que, en menos de diez meses, he recorrido veinte mil leguas; de esta vuelta al mundo submarino que me ha revelado tantas maravillas a través del Pacífico, del índico, del Mar Rojo, del Mediterráneos, del Atlántico y de los mares australes y boreales.

Una historia realmente insólita para una época en la que todavía no existían submarinos con las capacidades técnicas del Nautilus.

 
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