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Natividad

Ángel Las Navas Pagán

Lo conseguido por la Nación judía, en su calidad de pueblo escogido, en las relaciones Dios-hombre, durante la dilatada etapa que comprende el Antiguo Testamento, fue muy importante. El conjunto de enseñanzas, la parte de historia de Israel y muy especialmente las sorprendentes Revelaciones Divinas (recogido todo en la Biblia) constituyen una base fundamental. Pero faltaba todavía algo muy trascendente y extraordinario, que ocurrió en Belén, un pintoresco pueblo desconocido de la bella Palestina en uno de los confines del inmenso Imperio de los Césares. Fue el acontecimiento más fabuloso que ha conocido el mundo y que iba a dividir la Historia en dos grandes Eras. Con razón se puede afirmar que ha representado la revolución más formidable que ha tenido como escenario nuestro planeta. Pero una revolución llena de Amor y sin sitio para el odio ni la venganza, en la que todos sus elementos son alta y poderosamente positivos; contribuyendo a cambiar eficazmente la faz de la sociedad universal y el curso de la Historia.

El Niño que nació de la Virgen María en un humilde establo, en un ambiente de gran pobreza y junto a unos simpáticos animales domésticos, al final de una media noche cuajada de estrellas, era nada menos que Dios hecho hombre. Y el origen del Cristianismo. Los pastores de las cercanías, avisados por los ángeles, intuyeron con asombro que era una noche excepcional de profundo misterio y alegría, en la que tenía lugar un relevantísimo suceso sobrenatural. Y corrieron presurosos al portalillo con sus regalos y obsequios. Pero quizá estaban lejos de percatarse del total significado de todo aquello.

La aparición del Cristianismo con su gran contenido espiritual, sus virtudes y claro estilo de vida, acompañado de un heroísmo desconocido hasta entonces, fue algo verdaderamente insólito en la sociedad pagana y corrompida de la altiva Roma.

La Doctrina de Cristo prendió, como fuego en un reguero de pólvora, en muchas almas con inusitada fuerza. Y empezó una honda transformación de la Humanidad, dando al ser humano una mentalidad completamente nueva. Le enseñó que era portador de valores eternos y que Dios lo había hecho a su imagen y semejanza, que era capaz de salvarse o condenarse por sus buenas o malas obras, por su arrepentimiento e impenitencia... Y que su destino, tras esta breve existencia terrena, era la Gloria, es decir la eterna Patria Celestial, donde reina la felicidad absoluta, sin fin; abriendo colosales horizontes de consuelo e ilusión a una atormentada Humanidad esclava de sus pasiones, egoísmos, crueldades y vicios.

El Cristianismo impuso la Caridad sin límites y una Moral basada en los Diez Mandamientos (modelo perfecto de sabiduría ética), frente a los sentimientos bajos y negativos de toda índole, ofreciendo hermanados el espíritu de fraternidad y justicia como sólidas virtudes sociales para un mundo mejor.

Al conmemorar en estas Navidades, en torno al clásico "nacimiento" con villancicos y música pastoril, tan alegre y fausto acontecimiento, nuestros corazones se esponjan de júbilo y emoción ante el delicado Niño, que descansa sobre un montón de pajas.

Pero nuestra mente reflexiona. Sabemos que el mundo sufre tremendas crisis y tensiones; que hay dolor, hambre y desgarradora pobreza en muchos sitios; que en los países de Europa Occidental se vive un proceso de decadencia y paganización muy semejante, hasta en los pequeños detalles, al de la Roma Imperial en su famoso derrumbamiento; que los hombres olvidan a Dios, adoran al becerro de oro y queman sus vidas en un mar de frivolidades, placeres y ambiciones. Y las sombras del pesimismo se meten por todos los resquicios.

Pero en medio de este ambiente de preocupaciones que nos rodea, el pequeño Portal de Belén es como un inmenso faro de potentísima luz que despeja las tinieblas. El Divino Infante es la gran esperanza en esta hora crucial, como lo ha sido a lo largo de los siglos para todos los hombres de buena voluntad que buscan y aman la Verdad.

 
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