Seguramente la historia de Bolivia va a considerar el año político pasado como el más negativo y absurdo de su existencia por el pésimo manejo de las actividades políticas y la ineficiencia de sus administradores eventuales. Por tanto, no se puede dejar de hacer memoria de lo sucedido durante esa etapa, de tal forma que en el futuro no se magnifique ni se subestime lo que sucedió y que sirva de base para una autocrítica, en especial de sus principales protagonistas.
En 2020 el país empezó con un gobierno que se consideraba producto de la insurrección social de noviembre, pero, contra toda lógica, procedió a cambiar su función de provisional en transitorio, decisión atribuida a los asesores del tolderío demócrata y aliados desesperados de poder. El MAS, partido derrocado por la insurrección, conformó un cogobierno que se consolidó en el aparato del Estado que no quiso abandonar, gozando, al mismo tiempo, de recursos estatales contra el Órgano Ejecutivo, con el fin de desplazarlo, como ocurrió finalmente por vía electoral y la presidenta saliente, Jeanine Áñez, destinada a sentarse en el banquillo de los acusados por diversos delitos.
El gobierno de Jeanine, caracterizado por su libre albedrío, se atribuyó fines gobernantes en general, dejando de lado su responsabilidad principal de convocar a elecciones y a una asamblea constituyente destinada a encauzar al país en su línea histórica nacional y democrática. Es más, la presidenta se declaró candidata presidencial, hecho al que siguió el desorden político, el gobierno el doble poder, con enfrentamiento entre el Órgano Ejecutivo con el Legislativo y Judicial, etc., lo que hizo del país un pandemónium en el que no se sabía quién gobernaba, o el Ejecutivo de Jeanine o el Legislativo de Eva Copa. Finalmente, el poder de la presidenta dejó de existir, el cogobierno llamó a elecciones, que las ganó su candidato sin dificultad.
Ese estado de cosas carente de sindéresis fue heredado por el gobierno tecnocrático de Luis Arce que no solo recibió un legado político caótico, sino también una crisis económica de grandes alcances: el país desorganizado, las finanzas descontroladas, la economía en crisis, decenas de empresas públicas que no funcionan, están en quiebra, abandonadas, deficitarias, etc. (lo que ha hecho decir que Bolivia es un gigantesco zoológico de elefantes blancos, que significan un depósito de 18 mil millones de bolivianos, etc., que no dan un centavo de ganancia y que merecen una evaluación impostergable), caída de las inversiones, déficit comercial, deuda externa increíble, producción interna en colapso, contrabando, etc., so pena de caer en el delito de omisión en defensa de la Nación, el Estado y el pueblo.
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