Diferentes versiones son manejadas acerca de la realidad económica de la región y del mundo, en un intento de reflejar la incidencia que tuvo el coronavirus. Unas son catastróficas y otras alentadoras. La pandemia, como bien sabemos, deja a su paso secuelas devastadoras. Veamos:
El “enemigo invisible” dejó a América Latina en una situación económica “bastante dramática”, según el criterio de la titular del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva. La región, a nivel global, fue “muy golpeada”, aclaró.
“La pandemia del coronavirus está generando un impacto devastador en la salud pública, las sociedades y las economías de todo el mundo: para fines de 2021 podría empujar a unos 150 millones de personas a la pobreza extrema”, aseguró, asimismo, el presidente del Banco Mundial, David Malpass. “Los países no podrán recuperarse hasta que todos sus habitantes puedan vivir sus vidas con confianza”, agregó.
Bolivia no está al margen de ese escenario de características catastróficas. Un escenario que puso en jaque a gobernantes y en la incertidumbre a gobernados, que profundizó la pobreza, la desigualdad social, el desempleo y la economía informal. Que puso en emergencia al empresariado, o emprendedores que se vieron en serias dificultades. Lo mismo los asalariados y otros sectores. De veras que no tuvo contemplación con nadie. Estamos hablando de una población, de aproximadamente once millones de habitantes del territorio patrio.
En este contexto el gobierno nacional está buscando posibles salidas ante la crisis económica. Inclusive ha planteado a los países miembros del Mercosur elevar una solicitud conjunta, ante las naciones desarrolladas y organismos de financiamiento, en la búsqueda de una inmovilización temporal o condonación de la deuda externa. El propósito es evitar que aquella situación inviabilice las proyecciones nacionales de mejores días. En el caso boliviano, la deuda externa sobrepasa los 11.300 millones de dólares, que fue creciendo de forma continua a partir de 2008.
Se veía venir, por lo tanto, ese tiempo adverso. Hagamos memoria: inicialmente la caída de precios de los commodities redujo los ingresos al erario nacional. Se fue esfumando, progresivamente, el auge económico, resultado de los extraordinarios precios de aquéllos, en el mercado internacional. Nos referimos a los que se registraron entre el 2003 y 2014. Por lo visto sería el fin del boom gasífero y la premonición de días difíciles.
Ahora, luego de la bonanza que jamás se haya visto en nuestra historia, Bolivia sobrevive aquejada por problemas económicos, serios y apremiantes. Inclusive, en ese marco, trata de tocar la chequera de 150 personas, que tendrían fortunas calculadas en aproximadamente 30 millones de bolivianos, quienes deben asumir el Impuesto a las Grandes Fortunas (IGF), de manera permanente. Se piensa que con esa actitud se logrará mayores ingresos, ya que actualmente las arcas del Estado estarían debilitadas. “Y servirá para sentar precedente de mayor solidaridad social”, reiteraron personeros del poder ejecutivo.
En suma: Bolivia no está al margen de aquel escenario de características catastróficas, pero con el esfuerzo interno, y la solidaridad externa, logrará salir de la crisis económica, por el bien común.
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