Clepsidra
La ferocidad con la que la peste china arremete en contra de nuestra existencia, sembrando a su paso desolación y muerte, nos remite a los pasajes apocalípticos de la Biblia, donde se lee estos vaticinios que, junto a una suerte de plagas y desastres naturales, marcarán el final de los tiempos. Al menos, quienes hemos transitado por más de siete décadas en este planeta, sin caer en posturas tremendistas, vemos azorados la extraordinaria similitud de dichas profecías con los cada vez más preocupantes acontecimientos que estamos viviendo.
Sin embargo, al margen de estos augurios, resulta difícil asumir con escepticismo estos sucesos cuando vemos pasmados, cómo la pandemia se cobra seres de nuestro más próximo entorno; entrañables amigos y familiares.
Una catástrofe de semejante magnitud, y que involucra a todas las naciones del planeta, obliga, obviamente, a la toma inmediata de medidas paliativas dirigidas a neutralizar dicha peste y/o acaso, liquidarla definitivamente.
Tales providencias de competencia exclusiva de los gobiernos centrales fueron ejercidas con prontitud en nuestro país, empero, por las circunstancias políticas que atravesamos desde el inicio de la peste, como los cambios de gobierno, los recaudos no pudieron abstraerse de la cruda crítica política de parte de las fuerzas opositoras que, justificadamente o no, tuvieron a cargo esas tareas sin suponer siquiera que el destino dispuso que los “corruptos y denunciantes de ayer” pasen a ser los “denunciantes y corruptos de hoy”.
Si ayer fueron respiradores los que fueron adquiridos sin base científica y con alto sobreprecio, hoy el Gobierno inició una campaña de vacunación impulsada por el gobierno argentino, anfitrión del fugado expresidente Morales, mediante una vacuna rusa denominada “Sputnik V” que, al decir de la prestigiosa revista británica “The Economist”, sin esconder sus duras críticas hacia ésta señala: “el presidente argentino Alberto Fernández, de 61 años de edad, rompió su promesa de ser el primero en vacunarse en vivo por TV”, por serias dudas en cuanto a su efectividad, después que el presidente de Rusia, Vladimir Putin, que tiene 68 años, dijo que postergaría su vacunación debido a su edad".
Después de formular esta severa crítica al gobierno argentino, la publicación británica concluye que: “La decisión rioplatense de evadir las regulaciones y sacar provecho político de la vacunación ha erosionado la confianza. Esto podría costar vidas, y otros países tentados a hacer política con las vacunas deberían prestar atención. Es mejor dejar la aprobación de medicamentos a los expertos".
Semejantes advertencias nos indican palmariamente la debida atención que Bolivia debería observar al decidirse por esa otra inoculación llamada a prevenir la peste descubierta en Wuhan en el “Año de la Rata voladora” (léase murciélago), y a la sazón comercializada con el honroso calificativo dado por el científico francés Luis Pasteur, en honor a la vaca, ese noble rumiante del cual provino el milagroso antídoto, perteneciente a la familia vacuna y no porcina.
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