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Libertad y justicia, cimientos de la paz


 

Desde tiempos inmemoriales, en la vida de la humanidad se ha comprobado que sin libertad no puede haber justicia ni beneficio alguno a favor del ser humano; del mismo modo, el aserto sobre que, sin el imperio de la justicia en pro de todos los hombres, son imposibles los beneficios de la libertad. Ambas acepciones se hacen complementarias e inseparables porque a ellas están ligados los derechos humanos y, consiguientemente, todos los beneficios que pueden alcanzar los componentes de la humanidad, porque todo lo contrario implicaría la desaparición del ser humano y no tendría razón el principio de que todos, desde siempre, son hijos de Dios, Creador del Universo.

Sin embargo, por la falibilidad existente en el mundo, el hombre vulnera esos principios, determinando que la injusticia anule las libertades, haciendo que tengan primacía los atentados contra derechos que conculquen la paz y armonía, situación que ha provocado confrontaciones, desarmonías, discordias y división entre hombres para derivar, poco a poco, en separación de pueblos y de naciones que, muchas veces, han concluido en el estallido de guerras que han costado millones de vidas a la humanidad y cercenamientos en la salud de millones de personas que han sufrido heridas no solamente corporales sino morales que han dejado sedimentos de odios, rencores y ambiciones revanchistas que no han tardado mucho en enfrentar nuevamente a muchos países. De este modo se han sucedido conflictos que han ocasionado sufrimientos, dolor, lágrimas y muerte de personas que pudieron haber prestado grandes servicios a la humanidad, puesto que buena parte de esos contingentes de individuos eran jóvenes con grandes posibilidades para beneficio general.

La soberbia de muchos gobiernos ha impedido que en momentos conciliatorios se impongan condiciones y voluntades para conseguir una paz permanente a fin de forjar situaciones de concordia que abran las compuertas de los avances científicos y tecnológicos que aseguren el desarrollo y progreso sostenido de la humanidad. Esa soberbia ha conculcado toda buena intención y han surgido ambiciones que derivaron en la fabricación, cada vez más perfecta en lo tecnológico, de armas para que adquieran dimensiones demoníacas, hasta el extremo de haberse creado artefactos nucleares capaces de destruir a todo el mundo en contados minutos. Todos estos comportamientos han determinado que el hombre sea el peor enemigo del hombre y las condiciones de paz, justicia y libertades permanentes se conviertan en utopías.

Este es, pues, el tiempo que acoge a un mal que atacó a todo el mundo sin discriminación alguna: el coronavirus hecho pandemia que cobra miles de vidas y pone en peligro a habitantes en todos los países, dando la lección definitiva de que el ser humano, sin unidad ni entendimiento generales, está expuesto a males que pueden resultar infinitamente más letales que todas las guerras habidas en la historia y que, por su contundencia y ataques masivos, pueden destruir a todo ser humano sin distinción alguna.

Usurpado el 7 de octubre de 1970, por defender
la libertad y la justicia.
Reinició sus ediciones el primero de septiembre de 1971.

EL DIARIO
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