Raquel Rolque Cusicanqui
La situación actual de las mujeres en Bolivia denota una debilidad en cuanto al empoderamiento de su situación individual y colectiva, tal vez por ello, su antagónico como es la opresión refleja cifras elevadas de violencia en sus distintas formas. Relacionar la adquisición o fortalecimiento de un mayor empoderamiento de las mujeres con una menor opresión y violencia hacia ellas es una tarea difícil.
Sin embargo, ante la persistencia de la violencia emergen muchos interrogantes: ¿existe una relación entre empoderamiento y opresión-violencia?, ¿la opresión es producto del bajo nivel educativo que posee la mujer?, ¿el problema de la violencia física, psicológica está sujeta a la opresión de la mujer en su condición de ser mujer?, ¿la violencia es ejercida sólo por los hombres hacia ellas o por la sociedad en su conjunto?, ¿por tanto, es estructural, sistémico?, ¿la raíz de este problema es cultural, cuestión de género, económica-social? o ¿es una cuestión de poder? y ¿es posible que las mujeres logren una independencia, por tanto, un control de su situación? Probablemente la opresión se deba a todas ellas, como es posible que la mujer pueda empoderarse de su situación personal y colectiva.
Sin duda, aún frente a avances importantes, el empoderamiento de las mujeres, sobre todo obreras, comerciantes, indígenas es limitado en nuestro país y el rezago en relación con el varón en aspectos educativos, políticos y otros es relevante. A pesar del protagonismo
económico que ejercen muchas de ellas como jefas de sus respectivos hogares, no obstante, ese protagonismo suele ser la causa para su postergación.
Distintas corrientes del marxismo y sus filas ven el problema de la opresión de la mujer como producto de las relaciones de producción y la división de la sociedad en clases, tratándose de un asunto básicamente de poder y por tanto de un sistema que soslaya el antagonismo de la lucha de clases. Para éste, el desarrollo de la sociedad llegaría a su plenitud con la consecución de una sociedad sin clases, de la libertad expresada en el comunismo social y con la vuelta del hombre (varón y mujer) a la naturaleza y salida de su enajenación - entiéndase por ello: el trabajo en el capitalismo que le vuelve cada vez más extraño a su producto tanto que éste se le enfrenta. Salida hacia un trabajo según sus necesidades y capacidades, de un trabajo que estimule el aprendizaje de su realidad en la unión de teoría y práctica.
Lo cierto es que la situación de las mujeres es un tema de discusión contemporáneo. Es tratado discretamente en las aulas universitarias como tema de género y pensamiento feminista, con más énfasis en los países desarrollados, como en grupos de clase media e intelectuales. Distintas corrientes y grupos feministas intentan fortalecer de manera
autónoma las estrategias y capacidades para empoderar a las mujeres, de manera que la violencia no sea practicada sobre ellas. Bajo la adopción de la democracia como forma de gobierno en Bolivia, muchas demandas femeninas se han limitado a un mayor acceso al campo laboral aún en condiciones desiguales frente al varón. Además, de una permanente inclusión de manera paritaria en los cuadros políticos, cargos jerárquicos y de voto cuando se presentan eventos eleccionarios.
Sin embargo, el debate autónomo y cualquier política estatal actual para empoderar a las mujeres desde arriba o desde fuera y sin la participación de ellas, pierde el carácter revolucionario que debe tener dicha “emancipación” en cuanto al rol de ella dentro la historia, sociedad, economía, política y cultura. Enmarcándose simplemente en un enfoque reformista burgués vertical.
Por ello, por un lado, urge el debate interno entre las mujeres frente a la opresión patriarcal y como resultado de una estructura a partir del capitalismo, discusión constructiva que tendría que nacer desde las bases, desde adentro hacia la asunción de un empoderamiento real que le permita desenvolverse de manera independiente y desarrollar sus habilidades en el marco de su autorrealización. En esta dirección, sería fundamental el rol del Estado y de la educación permanente con la finalidad de empoderar a las mujeres y poder enfrentar la opresión y la violencia.
Por otro lado, urge su tratamiento curricular en los niveles escolares y superior como pilar transversal destinado a ambos géneros y que tendría que recorrer toda la formación primaria, secundaria y superior complementado con prácticas destinadas al empoderamiento femenino.
En consecuencia, el protagonismo colectivo y de discusión de las mujeres desde sí mismas con vistas hacia un empoderamiento que le permita mayor autonomía, poder personal y social es prioridad por su carácter democratizador. Así como es importante el papel que debe jugar la educación escolar y superior en el desarrollo del empoderamiento.
Raquel Rolque Cusicanqui es Mg.Sc. en Filosofía y Ciencia Política. Mg. en Educación.
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