De no mediar postergaciones sanitarias, este 7 de marzo tendremos elecciones subnacionales que terminarán de configurar la nueva institucionalidad democrática nacional, para los próximos cinco años.
Ya se ha desatado una dinámica política que será intensa y que bien puede completar las sorpresas y los movimientos casi sísmicos que, desde el 2019, sacudieron al país y donde la política seguirá generando controversias y pasiones. Veamos:
Es previsible que la segunda ola del covid que ya ha llegado, no sólo imponga restricciones a todas las campañas, sino que en las próximas semanas otra vez tome cuerpo el dilema entre salud, economía y elecciones. Poco probable que se posterguen los comicios, pero el debate ya está abierto, pese a las reiteraciones del Tribunal Electoral.
Lo que no era previsible era la intervención dudosa del Tribunal Constitucional que, de manera “cautelar” e innecesaria, ha suspendido la inhabilitación de los antiguos y recientes perseguidos políticos y, peor, que ha anunciado la posibilidad aberrante de volver a decretar la “inconstitucionalidad-inaplicabilidad” de la Constitución Política,
reiterando así la delictiva conducta del 2017 que habilitó a Evo Morales.
El sorpresivo resultado electoral del pasado 18 de octubre, claramente, empieza a reconfigurar el sistema partidario. El oficialismo victorioso no es el mismo que encabezó el fraude y la fuga, y la derrota opositora tiene ahora otros portavoces. Mecánicamente los victoriosos intentarán replicar sus números en gobernaciones y municipios, y los derrotados buscarán atrincherarse ahí mismo para contener la arremetida y garantizar supervivencias.
No son replicables los resultados nacionales del 2020 en las gobernaciones y en los 10 municipios capitales, incluyendo El Alto. La mantenida ausencia rural-provincial de una oposición siempre improvisada, sólo será salvada en algunos municipios intermedios por los varios liderazgos locales emergentes que, con mayor o menor éxito, enfrentarán al oficialismo gobernante. Sin embargo, el panorama fuera de lo rural y provincial, apareja expectativas: En La Paz no hay liderazgos fuertes emergentes. Albarracín y Arias podrían posicionarse bien frente a un MAS que, con Dockweiler, tendrá chance por primera vez en 20 años. La candidatura de Sol.bo tiene como base una gestión más que regular, pero que por sí sola no alcanza en este primer momento para aparecer en la primera línea. Otras figuras tendrán números menores que sólo aportarán a una posible y trágica dispersión del voto.
Candidaturas como las de Jeanine Áñez, Camacho, Eva Copa, Manfred Reyes y el “Mallku”, en gobernaciones y alcaldías importantes, son expresiones contradictorias, o de nuevos liderazgos
conservadores (Camacho y Janine); del retorno de viejos liderazgos no reemplazados (Manfred y el Mallku); o de emergencias populares sin destino cierto (Eva Copa) que, sin embargo, de tener éxito electoral, podrían posicionar al futuro figuras de posible envergadura nacional.
El resto, en el mejor de los casos, puede ser un semillero de nuevos liderazgos que tal vez sean tributarios de construcciones políticas alternativas en el mediano plazo.
Es prematuro afirmar que detrás de los silletazos y las trifulcas masistas esté emergiendo algún proceso de renovación, o sea más bien el inicio de una implosión, agotada la propuesta estatal del 2006; y ello con un gobierno hasta hoy mediocre que en dos meses no ha atinado aún a ofrecer ni medidas integrales a las crisis sanitaria y económica, ni visiones para la continuidad de un “proceso de cambio” que se embarrancó después de 14 años de autoritarismo y corrupción.
Todavía no se están difundiendo las propuestas, pero está claro que la confrontación política e ideológica de la elección nacional no estará en las preocupaciones de los electores locales y departamentales, lo que no debe dejar de lado las urgentes tareas democráticas del restablecimiento pleno de la autonomía subnacional y de la redistribución de los recursos para hacer retroceder al centralismo secante del masismo, que ha expropiado los recursos departamentales
y municipales a lo largo de 14 años, casi inviabilizando la construcción autonómica, el desarrollo departamental y el despliegue de las energías de la sociedad local.
No será, pues, la elección de marzo la continuidad de la de octubre, pero también resulta claro que la ausencia de un proyecto nacional alternativo al MAS, así sea inicial, pesará con fuerza. Comunidad Ciudadana solo es una bancada numerosa, aún sin norte, que para el 7 de marzo ha salido a buscar candidatos o alianzas que le garanticen
la presencia nacional que no pudo construir en los comicios nacionales. “Creemos” sólo está ratificando que su proyecto es regional, y que su intención política primaria es protagonizar el recambio elitario de la hegemonía antigua y conservadora en el oriente.
Pero, estamos recién al inicio de la develación de este motivante cuadro y, por lo mismo, volveremos sobre él en las 8 semanas que nos separan del 7 de marzo.
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