Es muy extraña la conducta de quienes están abocados a “preparar las fiestas del Carnaval” sabiendo que prácticamente todo el país sufre por causa de la pandemia debida al coronavirus que causa muertes y contagios por miles, ocasionando lágrimas, dolor y angustias de toda laya en la colectividad. ¿Cómo se puede concebir que haya entidades o simples personas empeñadas en dar calor a los entusiasmos y promover bailes, fiestas y jolgorios en que hay libación de bebidas alcohólicas que en muchos casos derivan en hechos ajenos a la salud y moral de las personas?
Habría que preguntar a esas personas que se dejan vencer por su alegría: ¿Qué clase de sentimientos y principios tienen que no pueden respetar el dolor de miles de personas sumidas en la angustia por haber perdido a seres queridos o tenerlos en tratamientos que no serán lo efectivos que se desea?
Todo el país --como casi la mayoría de naciones del orbe-- vive con las limitaciones que impone la pandemia; nadie se siente seguro, no hay presupuesto suficiente para satisfacer las necesidades más urgentes del hogar, las distracciones están restringidas, las reuniones sociales o siquiera familiares han sido canceladas, todo ha cambiado, nada del pasado es igual y todos vivimos resignados y pacientes ante lo que ocurre y no se sabe qué final tendrá porque los embates de la enfermedad crecen, las muertes aumentan y los contagios suman por miles. Así, en medio de un panorama tan duro y doloroso, ¿podrá el pueblo embarcarse en fiestas y bailes cuando por respeto y consideración al mismo país habría que restringir o suprimir? Pobre, insensible e irresponsable el papel de quienes promueven las fiestas de carnaval, incitan a la “farra” y buscan que el expendio de bebidas alcohólicas no tenga medida y den lugar a excesos que muchas veces terminan en hechos de sangre o, por los contagios, aumenten las víctimas del virus. Hay muchos sitios en que la festividad del Carnaval ha sido suspendida, pero no ocurre lo mismo en otros lugares que, tal vez, sean los más necesitados por la presencia del virus. Las autoridades departamentales y provinciales tienen que ver la urgencia de suspender el Carnaval, suspensión que será favorable para el pueblo. No podemos ni debemos permitir que la enfermedad adquiera mayor fuerza porque no es posible prever hasta dónde puede llegar con el aumento de contagios muchas veces transmitidos por renuentes a los tratamientos y previsiones dispuestas por las autoridades de salud.
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