Desde la tierra
JE, joven y fuerte, se debate entre la vida y la muerte porque en algún momento misterioso entró en su organismo un virus invisible que ha recorrido su cuerpo como un incendio, destrozando pulmones y afectando los órganos vitales. ¿Vivirá?, los médicos no lo saben. ¿Tendrá secuelas?, posiblemente. Es difícil hacer pronósticos cuando no se conoce el origen del mal que asola a la humanidad.
Muchos bolivianos, amigos, parientes, hermanos, hijos, padres, ¡madres!, viven estos días el calvario de tener alguien amado contagiado con el COVID-19 que apareció en la China hace un año y ahora está en todo el globo, salvo pocas islas aún sin casos.
Mientras los chinos celebraron fiestas multitudinarias en fin de año, dos millones de ancianos, adultos y jóvenes perdieron la vida en el mundo, sobre todo en América y en Europa. Millones de infectados colapsan los hospitales y centros de salud, pero China presenta cifras bajísimas en relación con su población.
Pese a la tragedia que vivimos, el gobierno de la República Popular de China se niega de una u otra forma a permitir que un equipo internacional de científicos llegue a Wuhan para investigar cómo surgió la pandemia; si realmente comenzó en un mercado insalubre que combinaba la venta de pescados con bichos vivos o si fue otra la causa.
La OMS, a pesar de sus simpatías por China, lamentó el pasado fin de semana las continuas trabas que pone el gobierno de Beijing para la visita de la misión; incluso prohibiendo el ingreso a algunos virólogos que aparentemente podían entrar y estaban en medio camino. Los chinos no quieren que el mundo sepa la verdad. RFI apunta que China podría ya haber borrado pruebas cruciales sobre el brote como práctica común del PC chino.
Aunque circulan teorías poco creíbles sobre el surgimiento del patógeno, no hay duda de que por alguna razón política la potencia asiática esconde datos. Inclusive, como se conoció hace un año, aleja y prohíbe hablar a sus propios médicos y científicos que se atrevieron a cuestionar la versión oficial.
Según especialistas citados esta semana por la prensa europea es de vital importancia establecer si el virus se originó en un mercado y por culpa de algún animal o si salió de un laboratorio en la propia Wuhan. Algunos informes chinos contradictorios, el desarrollo de la pandemia, las características del virus y la forma errática como ataca a diferentes personas con diferentes características hacen pensar que algo oscuro pasó.
Por otra parte, organizaciones de derechos humanos denunciaron al gobierno chino por obligar al trabajo esclavo de uigures y otros miembros de las minorías étnicas como parte de la “reeducación”. Empresas deportivas mundiales y grandes marcas textiles se benefician de ese algodón barato. Reiteran denuncias porque obliga a las mujeres a casarse con hombres de la etnia mayoritaria, arrancando a los niños de sus madres.
Hasta ahora no se sabe en Bolivia cuántos chinos llegaron en estos 14 años; quiénes eran, de dónde venían, eran o no presos comunes, cómo les pagaban, y por qué las empresas chinas no contrataron a trabajadores bolivianos o cuando los contrataron les burlaron sus derechos sociales.
El poder económico chino --el mayor acreedor de Bolivia-- no deja que una campaña sancione a este imperio que no duda en castigar hasta la muerte a los disidentes, sea por motivos étnicos, religiosos, ideológicos o de opinión.
Suman así los asuntos que demuestran la opacidad del gobierno comunista. Noticias recientes poco difundidas por la prensa boliviana.
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