Las rencillas internas nos han distraído y no pudimos trabajar, debidamente, a favor de los más necesitados. No lo hicimos ni en época de bonanza, resultado del extraordinario precio del gas. Tampoco en los 14 años recientes, que significó un ingreso de 340.000 millones de dólares, al erario nacional, monto referido por un ex dignatario de Estado.
Aquello ha sido una constante durante el tiempo que llevamos como país libre, independiente y soberano. Sólo nos hemos limitado en mencionarlos en rimbombantes discursos, pero en la práctica hicimos poco o nada que tuviera que ser tomado en cuenta, por la historia y los hombres. Sólo nos hemos abocado a ahondar la suspicacia entre los favorecidos y desfavorecidos, orientales y occidentales, urbanos y rurales. Hasta casi llegamos a destruirnos entre nosotros, en jornadas violentas y dolorosas.
Aún vemos, en este contexto, manos que se estiran por una moneda. Niños que se ganan la vida en las calles. Personas que duermen en la intemperie. Ancianos que acaban sus días en la miseria. Sectores que exigían un bono social y como respuesta recibieron golpes. Ellos se constituyen, de una u otra manera, en los grupos más necesitados. Para éstos aún no ha llegado la justicia social, tan pregonada, hoy como ayer, por quienes se precian de discípulos de Marx, que murió desilusionado de sus andanzas políticas, en Londres, en l883.
El desempleo es un componente que promueve las necesidades apremiantes. Y como consecuencia de la cuarentena rígida, que asoló los hogares bolivianos, en el pasado reciente, habría aproximadamente 250.000 personas desempleadas en el país. Dato que fue corroborado tanto por el Instituto Nacional de Estadística (INE), como por la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Mientras que el presidente de la Cámara Nacional de Industria (CNI), Ibo Blazicevic, hizo notar, en diciembre pasado, que más de 300 industrias se habrían cerrado por efectos de la pandemia.
Situación que profundiza la desigualdad social en el contexto nacional. La posible solución a ésta requiere de un trabajo conjunto, dedicación a tiempo completo y entrega total de gobernantes y empresarios, de políticos y cívicos, de asalariados e independientes, al margen de intereses mezquinos, con profunda vocación de servicio al bien común. Y lo más prioritario, en estos tiempos de crisis económica, cuando escasea el empleo y se torna difícil llenar la canasta familiar, es atraer y evitar, en lo posible, que la inversión privada, nacional o extranjera se aleje rumbo a otros lugares, donde haya seguridad para sus proyectos. Quizá ahí está el secreto, para devolver la esperanza al país.
Los discursos distraccionistas, con diferentes matices político – ideológicos, no tienen cabida en estas dramáticas circunstancias, de rebrote del coronavirus, que pretende confinarnos nuevamente. Es el momento de asumir acciones en defensa de la salud, la vida y el bienestar. Las actitudes demagógicas deberían ser descartadas. Un hecho de aquella naturaleza podría elevar los índices del desempleo. También el número de bajas, en la población boliviana.
En suma: de la conjunción de esfuerzos resurgirá la normalidad de actividades generadora de empleos. Adoptemos este reto, sin distinción de colores políticos, de credos religiosos, de clases sociales o regionalismos, mientras esperamos la vacuna.
Usurpado el 7 de octubre de 1970, por defender EL DIARIO |
Dirección:
Antonio Carrasco Guzmán
Jorge Carrasco Guzmán |
Rodrigo Ticona Espinoza |
"La prensa hace luz en las tinieblas |
Portada de HOY |
Caricatura |