Hay extrañeza en la colectividad por el hecho de que los políticos, empezando por los jefes o caudillos de las diversas tiendas partidistas, no practiquen la unidad, no hagan culto a este bien que, en todo caso, es factor de madurez y conciencia de ideologías o credos que tengan como principios para la vigencia partidaria. Conforme rige la política en nuestro país, parece que para sus jefes o caudillos solo es instrumento para alcanzar el poder y, en casos, no tiene importancia que se use los medios que sea, así sea denostando a los posibles contrincantes, enrostrándoles cualquier hecho doloso y hasta recurriendo a instrumentos de fuerza.
Lo grave, en relación con lo que es y significa la unidad nacional, el mal partidario se contagia a la colectividad y no hay razón valedera para demandar unidad para la búsqueda y logro de los medios y objetivos que permitan alcanzar el desarrollo y progreso sostenido del país, política y objetivo supremo con que, si fuese vocación y anhelo de todas las tiendas partidarias, sería más fácil armonizar actitudes y luchar unidos en pos de ese objetivo hasta hacerlo realidad.
No hay, pues, sentido ni vocación de unidad en la comunidad nacional y solamente existen diferencias abismales y deseos hegemonistas de unos contra otros; no se conforma una conciencia de país y de servicio a los mismos objetivos que permitan la unidad nacional. Diferencias y ambiciones separan a los diferentes políticos, aislando de sí lo que interesa y conviene a la nación.
Es urgente y necesario que en los hogares y en todo el sistema educativo se enseñe, se instruya, sean creadas condiciones para la unidad nacional; es preciso que la niñez y la juventud se formen, eduquen y hagan conciencia de país, que tengan vocación de servicio y que los sentimientos de unidad sean parte importante de su vida. Es preciso aislar de sus mentes las políticas extremas, de las tendencias que sean, que pregonan la división y la rivalidad entre personas, pueblos, naciones y países. Es urgente que en niños y jóvenes se inculque bases y condiciones de unidad honesta, honrada, constructiva y responsable, de solidaridad, de entendimiento, armonía y paz que sean raíces de sentimientos de amor, comprensión y convivencia entre pueblos y naciones. Educar y formar mentes para los grandes objetivos tiene que ser tarea importante en hogares, escuelas, colegios y universidades; para tales logros se debe crear las condiciones precisas por los gobiernos y las instituciones públicas y privadas, con la importante adición que sería el concurso honesto y disciplinado de los partidos políticos, sus jefes y militancia que, a su vez, precisan formación en toda virtud que implique fraternidad, amistad y unidad.
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