Según The Economist
> Noruega encabeza el ranking 2020 con 9,81 puntos y apenas tres países latinoamericanos clasifican como democracias plenas: Uruguay (15º con 8,61), Chile (17º con 8,28) y Costa Rica (18º con 8,16)
> La región está siendo arrastrada hacia abajo por los países, donde hubo esas grandes regresiones: Venezuela, Nicaragua, Bolivia, etcétera
PODERES DE EMERGENCIA
La democracia fue otra víctima de la pandemia de coronavirus alrededor del mundo. Un nuevo informe de la Unidad de Inteligencia de The Economist establece que sólo hay tres democracias plenas en Latinoamérica.
La crisis sanitaria global y en particular las medidas tomadas por los gobiernos para limitar el avance de la covid-19, llevaron en 2020 al peor puntaje promedio global del Índice de Democracia que esa unidad realiza anualmente desde 2006.
"Vimos un enorme retroceso de las libertades individuales, creo que el mayor jamás emprendido por los gobiernos en tiempos de paz, y quizá aún en tiempos de guerra", dijo Joan Hoey, autora del informe, en una entrevista con BBC Mundo.
América Latina tampoco escapó al fenómeno global: la democracia de la región registra su quinto año consecutivo de retroceso y recibe su puntaje más bajo en la historia del índice (6,09 promedio sobre 10 puntos posibles).
El informe clasificó a 167 países entre democracias plenas (entre 8 y 10 puntos), democracias imperfectas (entre 6 y 8), regímenes híbridos (entre 4 y 6 puntos) y regímenes autoritarios (por debajo de 4 puntos).
Además, el puntaje se otorgó en función de variables en los países como proceso electoral y pluralismo, funcionamiento del gobierno, participación política, cultura política y libertades civiles.
ESTADOS
Noruega encabeza el ranking 2020 con 9,81 puntos y apenas tres países latinoamericanos clasifican como democracias plenas: Uruguay (15º con 8,61), Chile (17º con 8,28) y Costa Rica (18º con 8,16).
En el otro extremo, tres países de la región que fueron clasificados como autoritarios: Nicaragua, Cuba, Venezuela.
Lo que sigue es una síntesis del diálogo telefónico con Hoey, quien también es directora regional para Europa en la Unidad de Inteligencia de The Economist:
“Sabemos que la pandemia de coronavirus tuvo un impacto terrible en la salud pública, pero su informe advierte que también ha disminuido la calidad de las democracias en todo el mundo”.
“No hay duda de que las medidas que tomaron los gobiernos para mitigar el impacto de la pandemia tuvieron un impacto enorme en la democracia en 2020, como se refleja en el índice”, indicaron en el documento.
Según el informe, tenemos, de lejos, el peor puntaje global en el índice de democracia desde que comenzamos a producirlo en 2006.
Expertos señalaron que vimos en todas partes cómo la democracia podía volverse fácilmente prescindible en una emergencia de salud pública mundial. No solo en los regímenes autoritarios o en las democracias menos desarrolladas, sino que en las democracias desarrolladas de Europa, Norteamérica y América Latina vimos una regresión muy grande en los puntajes regionales.
El estudio indicó que eso se debió esencialmente a que vimos un enorme retroceso de las libertades individuales, creo que el mayor jamás emprendido por los gobiernos en tiempos de paz, y quizá aún en tiempos de guerra. Esta fue la característica sorprendente del año y tuvo un gran impacto en los resultados generales del índice.
A la vez, especialmente en el mundo desarrollado, hubo un grado bastante alto de cumplimiento público de las medidas implementadas. La gente abandonó voluntariamente libertades fundamentales ante esta nueva enfermedad mortal. La mayoría concluyó que prevenir una pérdida más catastrófica de vidas justificaba una pérdida temporal de libertad, dijeron en el documento.
Se vieron más protestas en democracias menos desarrolladas de África, Medio Oriente, incluso América Latina. Tal vez esto sea en parte por los niveles mayores de coerción empleados. Y también muchos líderes usaron la pandemia como pretexto para reprimir a sus opositores, la disidencia, la libertad de expresión.
Es informe aseguró que la mayoría de la gente pensó mucho en esto. No creo que signifique que la gente no valora la libertad, pero tomó una decisión –se podría decir comprensible, dado el número de muertos por esta nueva enfermedad– de que valía la pena.
“No significa que no haya sido difícil, o que no haya habido protestas. Es probable que cuanto más dure esto, veamos más protestas como las que hubo en las últimas semanas en Europa”, apuntaron en el documento.
ELIMINACIÓN
DE LIBERTADES
Para The Economist, eliminación de libertades civiles es impactante. En términos del índice, cualquier país que eliminó libertades individuales como la libertad de movimiento, que estableció poderes de emergencia sin permitir un escrutinio democrático adecuado, que eliminó pesos y contrapesos, etcétera, es penalizado independientemente del nivel de apoyo público a las medidas.
Una gran pregunta para el futuro es hasta qué punto estas libertades serán restauradas o no. Entiendo que la principal crítica es a la forma en que los gobiernos impusieron los confinamientos, informó The Economist.
“Creo que se plantearon muchas críticas y preocupaciones. Y es legítimo en una democracia que la gente cuestione lo que hacen sus gobiernos. Esas personas no deberían haber sido silenciadas o censuradas”, señaló el estudio.
Pero los críticos del confinamiento fracasaron en proponer una alternativa convincente a estas políticas de distanciamiento social y encierro, seguimiento y rastreo, etcétera.
The Economist informó que es un intercambio muy difícil y serio. Supongo que se podría decir que gobiernos que debieron actuar muy rápido en respuesta a la pandemia no involucraron lo suficiente a sus poblaciones en una discusión abierta y transparente sobre esto.
Por el contrario, los poderes de emergencia se pusieron en marcha muy rápido, sin ningún escrutinio real por parte de los parlamentos u otros órganos de supervisión.
Una gran pregunta para el futuro es hasta qué punto estas libertades serán restauradas o no.
“Entiendo que la principal crítica es a la forma en que los gobiernos impusieron los confinamientos. Creo que se plantearon muchas críticas y preocupaciones”, apuntaron el estudio y argumentaron: “y es legítimo en una democracia que la gente cuestione lo que hacen sus gobiernos. Esas personas no deberían haber sido silenciadas o censuradas”.
Críticos indicaron que para el confinamiento fracasaron en proponer una alternativa convincente a estas políticas de distanciamiento social y encierro, seguimiento y rastreo, etcétera. Y creo que muchos evitaron responder a la pregunta de cuántas vidas están dispuestos a sacrificar en nombre de restaurar la libertad.
Es un intercambio muy difícil y serio. Supongo que se podría decir que gobiernos que debieron actuar muy rápido en respuesta a la pandemia no involucraron lo suficiente a sus poblaciones en una discusión abierta y transparente sobre esto, señaló The Economist. (BBC Mundo)
PODERES DE EMERGENCIA
De acuerdo con The Economist, los poderes de emergencia se pusieron en marcha muy rápido, sin ningún escrutinio real por parte de los parlamentos u otros órganos de supervisión.
Expertos consideraron que eso nos dice mucho sobre cómo funcionan realmente las democracias avanzadas hoy en día, donde hay muy pocos intentos de involucrar a los ciudadanos en una discusión sobre los temas más importantes.
Deberíamos estar analizando lo que hacen nuestros gobiernos y exigir que se restablezcan esos derechos y libertades lo antes posible.
Estados Unidos tuvo un debate sobre el confinamiento, con el entonces presidente Trump y sus seguidores muy reacios a tomar medidas de distanciamiento social. Pero si preguntan alrededor del mundo qué democracia retrocedió en 2020, muchos señalarán la de EEUU. Entonces.
EEUU tiene una larga tradición de poner mucho valor en la libertad individual y una especie de antipatía mayor hacia el involucramiento del Estado en la vida de las personas.
Sin embargo, se tomaron acciones a nivel estatal para imponer medidas, distanciamiento social, confinamiento.
Pero el puntaje de EEUU volvió a disminuir en 2020 en general. Hubo algunas mejoras y obviamente ocurrieron cosas negativas.
Lo principal que mejoró fue el puntaje de participación política y compromiso político. Vimos la politización de la pandemia en sí y todos esos debates sobre cómo lidiar con las pandemias. Después se vio el movimiento Black Lives Matter y las manifestaciones contra la violencia policial y la injusticia racial. Y finalmente vimos una enorme movilización para las elecciones de noviembre. Eso fue una mejora en el puntaje.
El lado negativo en EEUU el año pasado fue, primero, una disminución de la confianza en las instituciones, incluso un cuestionamiento del proceso democrático en sí mismo, socavando aún más la confianza en el proceso electoral.
La otra cosa que sorprende es una polarización increíble en torno a la política y también a los valores fundamentales. Como consecuencia de eso, vemos un colapso de la cohesión social.
Es un gran desafío para el nuevo gobierno de Joe Biden abordar algunos de estos problemas, que son evidentes desde hace años y parecen cada vez más arraigados.
VENEZUELA, NICARAGUA Y BOLIVIA
La región está siendo arrastrada hacia abajo por los países donde hubo esas grandes regresiones: Venezuela, Nicaragua, Bolivia, etcétera.
Para The Economist, hay dos formas de ver las protestas recientes en América Latina. Una es pensar que la gente en la región está cansada de la democracia y de problemas como la corrupción, la inseguridad o la falta de buenos servicios públicos. Pero otros dicen que los latinoamericanos están exigiendo precisamente mejor democracia.
Creyeron que es correcto decir que la gente reacciona de dos maneras. Una es desencantarse con la democracia y tal vez eso explique algo la proclividad en América Latina y Europa del Este por hombres fuertes o populistas, porque lo que tienen no está funcionando.
Pero lo otro que consideraron que se expresa es una demanda de más y mejor democracia, mejor representación.
“Ese es el tipo de impulso subyacente detrás de estos movimientos. No quiere decir que sus líderes o sus políticas vayan a ser una solución al problema. Sin embargo, hay algo positivo en eso. Obviamente pueden ir en diferentes direcciones, una negativa y otra más positiva” señaló The Economist.
“Entonces el final es abierto. Y depende de las personas involucradas en esos movimientos y que luchan por la democracia que ganen el debate quienes tengan los mejores argumentos”, añadió.
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