Andrea Calle Aruquipa
Para educar durante la pandemia es necesario repensar y aprender lo que enseña la pedagogía. En estos momentos de crisis contar con una experiencia didáctica entre docentes, estudiantes y también las familias es algo sin duda importante.
Necesitamos volver a aprender pedagogía. Se trata de encontrar una pedagogía que actúe directamente sobre todos los problemas que han salido a la luz debido fundamentalmente a las desigualdades sociales. Una pedagogía que apele a la didáctica para reclasificar el currículum, buscando interacciones de sentido. Una pedagogía que multiplique su mensaje, llegando también a las familias, algo ahora más importante que nunca para el aprendizaje de los estudiantes.
Ya no hay reunión física de cuerpos, ni aulas ni un grupo que interactúa y establece un seguimiento de lo que se enseña y aprende. Ya no hay horarios, ni horas de clase ni rutinas encuadradas ni claridad alguna en el modo de uso del tiempo de aprendizaje. Se ha desarmado el currículum, está ahí el programa, pero ya se sabe que no se lo podrá abarcar completo, ni qué criterios usar para fraccionarlo y reorganizarlo.
En este contexto se necesita una pedagogía para pensar en la educación no presencial. La pandemia desató la era de la educación sin rostros y la pedagogía debe comenzar por ahí, por recuperar el rostro de lo humano, reconocer las ausencias, fuera del radar presencial no sabemos qué alumnos están y cuáles se han ido, cuáles tienen problemas o situaciones difíciles en sus hogares.
Es un momento para pensar y hacer buenas propuestas de aprendizaje, que tengan en cuenta los saberes previos de los estudiantes y sus condiciones actuales. Es clave priorizar el currículum de cantidad, en calidad y en la producción de sentido.
Repensar una pedagogía propone escribirles a las familias, hablarles de manera directa, explícita, crear una doble intencionalidad pedagógica. Por otro lado, en las indicaciones para las familias debemos ser cuidadosos y simples, mantener también una comunicación muy cercana que oriente a las familias sobre cómo ayudar a sus hijos a aprender, a organizar sus tiempos, a facilitar el contexto singular en el cual se pone en escena la escuela en el hogar.
El maestro debe hacer un seguimiento, apoyarse en las columnas del currículum, el uso de materiales ya estructurados, como los libros de texto, los cuadernillos, los programas de TV y radio, dar algunas secuencias practicables con guías para las familias. Crear comunidad con los colegas es muy importante, pensar juntos, para descargar los pesos de la incertidumbre, los dolores sociales y personales que vivimos.
Recrear la institución en la virtualidad es generar un plan colectivo, ponerse de acuerdo, diseñar nuevas rutinas institucionales. El apoyo del gestor educativo es clave para hacer ese nuevo equilibrio de apoyo, acompañamiento y seguimiento de los procesos educativos.
Sea como sea, lo más importante de este momento histórico es ser capaz de aprovecharlo para mejorar experiencias educativas. La educación siempre tiene necesidad de mejora. Sin duda, lo que sí hemos conseguido en estos tiempos es volver a aprender la pedagogía.
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