Banco Mundial
> Un reciente informe de la FAO señaló que en enero todos los alimentos subieron de precios. Esta situación fue aprovechada por la agricultura a nivel mundial, Bolivia no fue la excepción, pues el sector soyero reclamó al Gobierno no distorsionar los precios en el mercado nacional
En el último año, la Covid-19 ha desbaratado la seguridad económica, sanitaria y alimentaria de millones de personas; por este motivo, hasta 150 millones de individuos pueden caer en la pobreza extrema. Si bien los impactos de la pandemia en la economía y en la salud han sido devastadores, el aumento del hambre observado constituye uno de sus síntomas más tangibles, según David Malpass, presidente del Grupo Banco Mundial.
La semana pasada, un nuevo informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) señaló que los alimentos en el mercado internacional mantienen su alza de precios por octavo mes consecutivo. En enero se situaron en un promedio de 113,3 puntos, es decir, 4,7 puntos (un 4,3 %) más que en diciembre de 2020.
El índice de precios de los alimentos de la FAO se situó en un promedio de 113,3 puntos en enero de 2021, es decir, 4,7 puntos (un 4,3 %) más que en diciembre de 2020, lo cual no solo hizo de este el octavo mes de subida consecutiva, sino que constituye el promedio mensual más elevado registrado desde julio de 2014, según un reporte publicado en su sitio web.
Precio
Los economistas señalan que es un buen momento para reactivar al sector agrícola, que en los últimos meses aportó al crecimiento del producto interno Bruto (PIB), mientras que los tradicionales redujeron su participación por la caída de los valores en el mercado internacional.
En ese contexto, la Asociación Nacional de Productores de Oleaginosas (Anapo), la semana pasada, solicitó a las autoridades nacionales fijar un precio real para la soya, debido a que el fijado por el Gobierno está menos de 300 dólares la tonelada, mientras en el externo está en 470 dólares.
Pérdidas
Las pérdidas de ingresos se han traducido en menos dinero en los bolsillos de las personas para comprar alimentos, mientras que las alteraciones en los mercados y en el suministro de productos, debido a las restricciones de transporte, han generado escasez a nivel local y precios más altos, especialmente en el caso de los alimentos perecederos, señala el artículo de Malpass en el blog del banco Mundial.
“Esta reducción del acceso a alimentos nutritivos tendrá impactos negativos en la salud y el desarrollo cognitivo de los niños de la era Covid durante muchos años”, advierte.
Los precios mundiales de los alimentos, medidos por un índice de precios del Banco Mundial, subieron un 14 % el año pasado. Las encuestas telefónicas realizadas periódicamente por el Banco en 45 países demuestran que un número considerable de personas se queda sin alimentos o reduce su consumo.
Dado que la situación es cada vez más grave, la comunidad internacional puede adoptar tres medidas clave en 2021 para aumentar la seguridad alimentaria y ayudar a prevenir un daño más grave para el capital humano, señala el representante del Banco.
La primera prioridad es permitir el libre flujo de los alimentos. Para evitar la escasez artificial y los picos de precios, los alimentos y otros productos esenciales deben cruzar las fronteras con la mayor libertad posible.
Al principio de la pandemia, cuando la aparente escasez y el pánico generaban amenazas de prohibir las exportaciones, la comunidad internacional ayudó a mantener abierto el flujo de comercio de alimentos.
La información creíble y transparente sobre el estado de los inventarios mundiales de alimentos —que se encontraban en niveles normales antes de la Covid—, junto con declaraciones unívocas de libre comercio del Grupo de los Veinte, la Organización Mundial del Comercio y los organismos de cooperación regional ayudaron a tranquilizar a los comerciantes y dieron lugar a políticas de respuesta útiles.
Tenemos que permanecer atentos y evitar volver a las restricciones a la exportación y a las fronteras endurecidas que hacen que los alimentos y otros elementos esenciales sean escasos o más costosos, sugiere.
La segunda prioridad es reforzar las redes de protección social. Las redes de protección a corto plazo constituyen un respaldo vital para las familias afectadas por las crisis sanitarias y económicas.
El mundo ha puesto en marcha una respuesta de protección social sin precedentes ante la Covid-19. Las transferencias monetarias están ayudando a 1100 millones de personas y, a través de mecanismos innovadores, se logra identificar rápidamente a nuevos grupos y llegar a ellos, como los trabajadores urbanos informales.
La tercera prioridad es mejorar la prevención y la preparación. Los sistemas alimentarios del mundo soportaron numerosas conmociones en 2020, desde los impactos económicos en los productores y consumidores hasta las plagas de langostas del desierto y el clima errático. Todos los indicadores sugieren que esta puede ser la nueva normalidad. Los ecosistemas de los que dependemos para el suministro de agua, aire y alimentos están amenazados. Las enfermedades zoonóticas van en aumento debido a las crecientes presiones demográficas y económicas sobre la tierra, los animales y la vida silvestre.