INTELIGENCIA EMOCIONAL
RECORDEMOS QUE...
La inteligencia emocional es la habilidad humana para identificar, expresar, comprender, gestionar y transformar las propias emociones y las de otras personas. Este tipo de capacidad intelectual se puede desarrollar y potenciar a lo largo de toda la vida.
COMPETENCIA SOCIAL CONOCIMIENTO DE LOS DEMÁS
4. La Empatía
Es la capacidad de percibir, compartir y comprender lo que otro ser puede sentir. También es descrita como un sentimiento de participación afectiva de una persona cuando se afecta a otra. Requiere en primer lugar, que la persona enfoque su atención respetuosamente en la otra persona buscando escuchar y comprender sus acciones y emociones, entender qué están sintiendo, cuán intenso es ese sentimiento y por qué se siente de esa manera, y cómo sus sentimientos pueden cambiar; sin sentirse responsable por esos sentimientos. Y, seguidamente, responder apropiadamente con sensibilidad logrando la “conexión” con la otra persona.
La Inteligencia Emocional tiene una vertiente intrapersonal, que incluye: la percepción y expresión adecuada de las propias emociones, la conciencia y comprensión emocional y la autorregulación de las emociones, y otra vertiente interpersonal que supone percibir adecuadamente la expresión emocional de los demás, saber si mienten o no, relacionarse adecuadamente con los demás (habilidades sociales) teniendo en cuenta cómo piensan y se sienten (empatía).
La empatía es una competencia clave de la inteligencia emocional que se pone de manifiesto a la hora de comunicarnos y relacionarnos con los demás.
Algunos autores dicen que se trata de la habilidad para “leer” a otras personas o ser su “espejo” y mirarnos a nosotros mismos. La capacidad empática emerge cuando somos capaces de distinguir entre “yo” y “los demás.” Es diferente a la simpatía donde la persona pierde la distancia crítica y se identifica automáticamente con la otra persona, llegando a sentir los mismos sentimientos, sin comprender el por qué la otra persona se siente así. La simpatía es un componente crítico de la lealtad y la camaradería necesaria para responder colaborativamente retos comunes; pero cuando carece de independencia, la simpatía se degrada en codependencia.
La empatía es vital para desarrollar relaciones profundas y duraderas y es el corazón del trabajo en equipo. Las personas con capacidad empática establecen conexiones saludables con los demás, logran estar en sintonía con las necesidades de su jefe, contribuyentes individuales, colegas y demás relacionados y con sus respuestas emocionales. Y logran trabajar efectivamente con personas de diferentes culturas y con múltiples experiencias.
En general, se considera que la empatía tiene fundamentalmente dos aspectos: uno cognitivo y otro emocional. La empatía cognitiva (o toma de perspectiva), es la capacidad de ponernos en el lugar de otra persona, de comprenderla. Esta capacidad se aplica a las relaciones reales y también a las no reales (fantasía) como cuando vemos películas, leemos una novela o similares, y nos identificamos con los personajes.
La empatía emocional o simpatía (o preocupación empática) es la capacidad de sintonizar con los sentimientos o preocupaciones de la otra persona. Eso puede generar sentimientos de preocupación y tristeza ante la necesidad de la otra persona. Pero también de alegría y entusiasmo ante lo que se nos está contando.
Un tercer elemento que da sentido y hace “visible” a la empatía, y es el comportamiento prosocial. Es decir, si al estar con alguien somos capaces de observar adecuadamente qué siente, cómo se siente y porqué se siente anímicamente así, la consecuencia a este razonamiento cognitivo y emocional es actuar. ¿Qué puedo hacer por ti? ¿Cómo puedo ayudarte? El comportamiento prosocial supone compartir, colaborar, consolar y ofrecer ayuda a los demás.
Igual que la empatía, el comportamiento prosocial hay que enseñarlo, practicarlo y reforzarlo desde la niñez. Y eso supone trabajar los valores que expresan ese movimiento interno que suscitó el comprender y sintonizar con la otra persona, si no, la empatía es algo pobre. Este es el planteamiento del psicólogo cognitivo Paul Bloom profesor de la Universidad de Yale y que entre otras cosas afirma que podemos tener más de la empatía cognitiva y poco de la emocional o al revés. O que incluso, estímulos externos pueden producir involuntariamente la empatía emocional. Bloom pone el acento en la importancia de educar los valores que deben acompañar a la empatía tanto cognitiva como la emocional, pues según sus investigaciones, nuestra empatía está sesgada.
Bloom afirma que se siente más fácilmente empatía por las personas atractivas y por aquellas con las que tenemos características comunes como la misma lengua, el mismo origen étnico o nacionalidad. Además la empatía es “insensible” a las cifras y estadísticas, a los grupos grandes, a lo general y global, de ahí que la imagen de un niño europeo herido sea más efectiva (activa nuestra empatía con más facilidad), que ver un campo de refugiados de un millón de personas africanas.
Y de ahí también la importancia de darle más contenido a la empatía con los grandes valores universales: igualdad, fraternidad, justicia, libertad, respeto, compasión, etc. Bloom destaca la importancia de los aspectos cognitivos y cómo se expresan en el comportamiento, más incluso que los emocionales, pues según afirma podríamos terminar llorando con los demás, sintiendo su misma impotencia y sin hacer nada por ayudarles.