Jorge Lizárraga Torrico
Cuando allá por casi la segunda mitad del siglo pasado y la Segunda Guerra Mundial había terminado, dos bloques, comunismo y capitalismo, se veían enfrentados por razones ideológicas-políticas, económicas y principalmente de hegemonía militar, donde al primer intento de pretender sobreponerse una de la otra, no solo era la amenaza de confrontaciones cuerpo a cuerpo sino el lanzamiento de misiles nucleares o atómicos para determinar quién tenía más poder que otro.
Durante ese periodo hasta 1991, cuando supuestamente concluye este escenario confrontacional, no podemos sino rememorar las ultimas veces donde la bandera roja flameaba a lo alto y con orgullo soviético, como en las olimpiadas de Seúl 88, o mundial de México 86 o Eurocopa del 88, sin embargo, una vez desintegrada la ex Unión Soviética, otras banderas flameaban e incluso se organizaban para crear bloques de todos para uno y uno para todos, bajo principios, y valores de supremacía frente a otros o que éstos últimos no iban a alcanzar traspasar sus poderes o alcances geopolíticos más allá de sus propias fronteras.
Varias guerras a pequeñas dimensiones emergieron, nuevas independencias de Estados surgieron o se demandaron, la anexión de otros surgieron e incluso la división de muchas otras se ocasionaron; Sin embargo, a partir de la llegada de Vladimir Putin al poder, la visualización de otro mundo, de otra forma de hacer y ejercer el poder, “ya no bajo la sombra del comunismo y capitalismo”, nos deja en la incertidumbre de si ese tipo de gobierno y esa forma de poder es la que más puede unir a los países o finalmente dividirlos para siempre.
Si antes de los 90 y posterior a la desintegración de la ex URSS, el peligro de las inversiones de unos pasaban por sospechas de filtraciones o contrainteligencia para ejercer cuidado y reserva de secretos y se condicionaban sus inversiones a pesar de su lógica de idealismo y en algunos países incluso se constituía en una amenaza a aceptar la inversión de su enemigo, cómo podemos pensar o menos exigir que ahora en pleno desarrollo tecnológico, avances científicos y poder económico del Siglo XXI y en este mundo globalizado, podamos impedir que cualquier país o Estado en el mundo pueda tener relaciones internacionales fluidas, diplomáticas o no, de respeto a soberanías y sistemas de poder, e invertir, promover las inversiones y atraer las mismas bajo condiciones que beneficien a todos y principalmente al ciudadano, bajo las transformaciones en el régimen de la inversión extranjera debe evaluarse hacia futuro.
Hoy, y pensando en el mañana, debe existir, como es actualmente, ese respeto recíproco de buenas intenciones, de que en el marco de un “vivir bien” entre todos los ciudadanos del mundo, las relaciones internacionales y las inversiones en estos países, debe convertirse en la mejor herramienta para el bien de todos, generar bienestar social como esto ligado a un mejor presente y bienaventurado futuro bajo los principios de transparencia, eficiencia y regulación estatal.
Hace poco se ha generado un hecho sin precedente entre las diferencias políticas de este Siglo XXI entre el Kremlin y Bruselas, como en su momento y muy cercano también con Washington ha existido; los últimos sucesos que marcan un antes y después entre la relación rusa -occidente, está marcada por Crimea, los asesinatos de ex funcionarios de inteligencia rusa, incluso americana u otros, los intentos de acallamiento a opositores del gobierno ruso, como de otras democracias proindependentistas, las reformas constitucionales en algunos países, incluida Rusia, las elecciones norteamericanas y otras democracias donde supuestamente hubo injerencia rusa que había coadyuvado a unos u otros para ser vencedores en elecciones (1), las vacunas y sus fabricantes, la fabricación de la vacuna rusa, quizá igual o mejor que las vacunas occidentales, apoyo a gobiernos pro rusos, incluso lejanos de sus fronteras, cuyo trato de occidente no es el mismo (Irán, Corea del Norte, Venezuela, Siria, Israel, países africanos).
Finalmente, cuando todo parecía configurarse entre una lucha comercial entre China y Estados Unidos, hoy Rusia emerge del todo poderoso ex bloque soviético o filosofía soviética e irrumpe como la fuerza política, económica y militar que jamás dejó de serlo, y se acomoda en las esferas de las relaciones internacionales no como socio estratégico, sino más bien como adversario que quiere tener socios estratégicos en un mundo globalizado y sean o no prodemocráticos en su esencia.
Sin duda, Rusia es un país que con diferencias sobresale al resto, con sus aciertos y desaciertos, no deja de ser una potencia en todo nivel en el mundo, y si a ello le sumamos la capacidad de estratega de su líder político, cuasi miembro del partido único ruso y actual presidente, sin duda estamos frente a uno de los hombres sino más poderosos no solo del Siglo XXI sino de la última época contemporánea en nuestro planeta y frente a un país que jamás dejó de ser la potencia que continúa siendo.
Algunos hablan de que no existe democracia en Rusia y se comparan con ellos mismos asumiendo que las únicas democracias plenas son aquellas que forman parte de una sola Unión, o bloque, pero se omite intencionalmente reconocer que por detrás de ellas o por delante, según como quieran verlas, no nos olvidemos que están los países nórdicos, Canadá, Australia, Estados Unidos, sin ir más allá donde sus democracias también las podríamos llamar plenas e incluso absolutas, y de respeto a un marco jurídico institucional, pero tampoco esto significa que no adolezcan de sus males (2).
No solo la Unión Europea y sus 27 miembros pueden hablar de esa supuesta democracia plena, porque recordaremos que a pesar de su sistema de poder “democracia”, las formas de poder de éstos son escandalosas (países como Italia sin un gobierno establecido desde hace más de 10 años y con altísimos niveles de corrupción y abuso de poder; monarquías como la española que se vio acorralada a partir de la abdicación del ex jefe de Estado; Grecia y Portugal enfrentados no solo en lo político sino por las mafias corruptas dentro del Estado, Francia cada vez más sumida en el respeto férreo a la igualdad, fraternidad y libertad a pesar de los altos índices de desigualdades raciales y confrontación religiosa, y donde los ataques yihadistas, la inmigración galopante y con ello la apertura de fronteras poco planificado desde allí y dentro del bloque, hacen temblar a unos y otros y dejar de invertir o expandirse y más bien crecer en otras economías también importantes, etc.
Esas llamadas democracias plenas quizá tampoco están respondiendo a las necesidades sociales, cada vez más enfrentada la ciudadanía por la incredulidad de apreciar a políticos que nada o muy poco han aprendido del pasado y, por el contrario, siguen haciendo lo mismo, “el ridículo”. Una clase política que hasta el día de hoy no deja de ser ese niño que cuando quiere ser mayor y sueña con cambiar el mundo y tiene esa oportunidad, lo que hace, por el contrario, es ensuciarla más, desprestigiarla más y, sobre todo, no dar ejemplo de nada o muy poco y a pesar de ello seguimos creyendo en ellos.
No tratamos de decir que no es un honor vivir en una de esas 27 democracias plenas, o incluso haber nacido en cualquier de esas 164, y vivir quizá donde aparentemente el sistema funciona a diferencia de otros países, pero decir o chocar frente a otras potencias que tienen lo suyo, y en pleno apogeo de la innovación tecnológica, desarrollo industrial y ciencia cuántica, desmerecer posibles inversiones o intereses legítimos de unos Estados con los otros, me podría parecer aberrante, mezquino y sin norte.
Hemos advertido, desde hace más de 20 años, que existe un gobernante como Vladimir Putin que hace con su país y su gente lo que otros olvidaron hacer con el suyo, “adoctrinamiento” y “patriotismo”, con matices diferentes (3), pero pensando en que quizá no son los mejores, pero nadie podrá estar primero sino ellos.
Esta nueva guerra fría del Siglo XXI enfrenta, sin duda, a dos sistemas políticos en democracia y auge del capitalismo, los que, con visiones aparentemente diferentes, ambos engloban en sí mismo un acaparamiento geopolítico atraído por las inversiones extranjeras, y las ansias de poder, que puede o no ser positivo según con el cristal con el que se mire.
No vamos a decir que en ningún país hasta nuestros días dejan de existir mafias, narcotráfico, corrupción, nepotismo, o violaciones a los derechos humanos, arbitrariedades e ilegalidades. En uno o dos grados por arriba o por abajo en todos estos territorios los hay, y la pregunta es ¿acabará algún día?, ¿podremos vivir como verdaderos seres humanos en sociedad?, ¿puedo gozar de los más elementales derechos humanos o acceder a los servicios públicos mínimamente necesarios?, ¿podemos convivir en paz y armonía? Y las respuestas quizá aterricen en reconocer que mientras menos conciencia social tengas, menos evolución humana y compromiso con el prójimo habrá, y como la codicia, la mentira, la extravagancia y la ridiculez jamás desaparecerán, el hombre está educado para ser un ser social, por tanto, no solo corrompe pero también alimenta el alma de bondad, trabajo y conciencia, y el kid de la cuestión en todo esto sería qué buscamos primero, ¿la libertad?, la igualdad?, ¿la fraternidad entre nuestros pares? (4).
El punto no es si Rusia o Europa, si la democracia de allí o de acá funciona mejor, no se trata ni siquiera de pensar en que los presos de un lado son iguales al trato o proceso que otros hayan recibido o deban recibir. Tampoco se trata de decir si las vacunas de un lado o de otro son mejores o peores, se trata de darnos cuenta de que las relaciones internacionales en estos tiempos nos demuestran que en dimensiones diferentes la guerra fría del Siglo XXI está empezando y las relaciones internacionales sobre las inversiones extranjeras transformando.
Notas
1.- Se habló entre Trump y Clinton, elecciones turcas, elecciones en países centro americanos y latinoamericanos, incluso en Europa.
2.- En todos y cada uno de los países del mundo, independientemente sean mucho más democráticos o no lo sea, la corrupción, la falta de idoneidad, la falta de transparencia, las diferencias sociales y niveles de pobreza, existen, por lo cual pocos podrían jactarse de mejores de unos que otros, simplemente diferentes en marcos jurídicos diferentes, pero no menos democráticos.
3.- Un adoctrinamiento no a una imagen sino a una forma de vida, a un sentimiento de raíz de cultura de pensamiento, un sentir de amor a tu tierra, antepasados arraigados a una patria.
4.- Libertad de pensar y decir, decidir, elegir, hacer; igualdad racial, de género, derechos; ¿fraternidad entre los individuos de una sociedad o territorio y luego éstos con otras culturas?
Jorge Lizárraga Torrico es abogado, doctorando en Derecho de la Universidad Rey Juan Carlos.
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