Patricia Chipana Ramos C.I. 5943906 L.P.
En estos tiempos, conocemos que el rumbo de la educación ha cambiado, de ser una educación bancaria no inclusiva, a ser una participativa, colaborativa, inclusiva, intracultural e intercultural y comunitaria; es por esto que cuando hablamos de nuestra educación, nos referimos a los niveles de inicial, primaria, secundaria y la de formación superior.
Sabemos que, desde hace algún tiempo, al cambiar la currícula escolar se realizaron transformaciones estructurales profundas para la enseñanza: cambio de mentalidad, de actitud y templanza. Partiendo de la realidad, como del contexto donde realizamos las actividades educativas, en aulas con nuestros estudiantes, llegamos a la conclusión de que aún existe esa brecha de inclusión social y participación activa de la comunidad educativa. Al ser la educación inclusiva para nuestros queridos estudiantes, se refleja en la inserción de estudiantes con dificultades de aprendizaje, talento extraordinario y discapacidad. Nos damos cuenta que al realizar un primer paso, que es el diagnóstico; conoceremos qué es lo que debemos fortalecer y asumir, de ese tiempo para adelante. Si con empatía nos ponemos en el lugar de los padres y madres de familia, sabremos que el hogar es el primer recinto de inclusión y apoyo emocional para ese estudiante. Aun al enfrentar la difícil situación del padre o madre de familia, en la que muchas veces debe acompañar a su hijo/a y asumir la responsabilidad de pasar clases; con éste enfrentar esta labor, así como lo hacemos los maestros en aula; ya que debemos brindar una educación con empatía, confianza, solidaridad, de calidad y acompañamiento, conociendo sus necesidades e identificando fortalezas y debilidades, así como también apoyarán sus compañeros y la comunidad educativa en pleno.
Aun así, existe la brecha mencionada sobre inclusión, ya que no están las condiciones puestas para una inclusión verdadera. Hablamos de infraestructura, ya que existen Unidades educativas que no cuentan con lo necesario para incluir a estudiantes con discapacidad, esto nos dificulta a seguir como maestros, pese a realizar nuestras actividades de forma inclusiva y de acogida para estos estudiantes. Hablamos de que falta capacitación a padres y madres de familia en estos temas, no solo a los que tienen un hijo/a con estas características, sino a todos los padres que fortalecen el hogar. A los hijos esa práctica de valores de solidaridad y respeto. Asimismo, por parte de nuestras autoridades, brindar el apoyo de calidad a los actores de la comunidad educativa: brindando capacitación, infraestructura y dotando de los medios para que este estudiante sea verdaderamente incluido y no rezagado; lo que incluso obliga a muchos a dejar la escuela, por no contar con medios adecuados de inclusión.
Por ello, es menester fortalecernos como comunidad educativa, y en comunidad incluir a todos, con igualdad de condiciones y oportunidades.
La autora es Profesora de Secundaria y Abogada.
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