Sostener que nuestro país es eminentemente minero es tan antiguo como remontarse a tiempos anteriores al coloniaje; pero hay que convenir que muy pocas veces se ha tomado en serio esta realidad y lo hecho ha sido en forma provisional, para satisfacer intereses creados circunstanciales y al calor de esas conveniencias han surgido empresas mineras chicas y medianas sin posibilidad de crecimiento. Los “tres grandes mineros” le han dado una tónica especial a la minería y ha colocado al país entre los países más productores, pero se dice que solamente en beneficio de esos tres empresarios “sin dejar mayores réditos a favor del país”, cierta o no esa afirmación, fue causa o motivo para que el gobierno, llamado “revolucionario” del MNR, decida, en octubre de l952, nacionalizar todas las minas en poder de dichos empresarios con el fin de “favorecer al país, hacer justicia a los trabajadores y para que las utilidades permitan el desarrollo”.
Un capítulo más en la historia de la minería; y solo historia porque poco o nada se cumplió con la nacionalización y el país sigue en las mismas condiciones, salvo el hecho de que miles de trabajadores mineros “serían relocalizados luego de ser despedidos”. Esos mineros, si bien recibieron el pago de sus beneficios sociales, no fueron “relocalizados” en otras minas y menos en otras actividades se les proporcionó empleo alguno y ellos, conforme a lo que pudieron hacer, se “acomodaron” en cualquier actividad: unos, compraron tierras en el Chapare cochabambino para “cultivar frutas y verduras” y lo que hicieron fue lograr grandes cultivos de coca. Otros mineros se acomodaron en las laderas de los centros poblados y se dedicaron a cualquier actividad que tampoco los libró de la pobreza.
La mala administración de las minas y el poco interés demostrado por todos los gobiernos que muchas veces anunciaron intención de reestructurar o reorganizar la minería estatal, nunca se cumplió y, por supuesto, tampoco cambió la situación de pobreza de los trabajadores mineros y menos se benefició él país con “grandes cantidades de dinero que ganarían las empresas”. Pero, como se dice: “No hay mal que dure cien años”, el gobierno del presidente Arce podría encarar, seria, honesta y responsablemente la tan decantada reorganización de Comibol y de toda la minería estatal y dar a la minería boliviana el lugar que le corresponde entre todos los productores mineros del mundo. Nuestro país seguirá siendo minero y, como dicen los entendidos, “hay minerales como oro, plata, estaño, zinc, wólfram, cobre, litio y otros en todo el territorio; el Precámbrico aún está intacto, Matilde, La Gaiba, el Mutún y muchos otros esperan que algún gobierno haga lo que muchos debieron hacer”. Si este régimen logra reestructurar o reorganizar las minas del Estado, habrá cumplido una misión largamente acariciada por generaciones y, además, conseguirá grandes utilidades financieras y ocupación para miles de trabajadores. Lo importante es trabajar y conseguir buenos resultados abandonando posiciones demagógicas y populistas que tanto daño hicieron a la nación.
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