Los dimes y diretes hoy

Circunstancias muy difíciles interfieren en el desarrollo nacional. Por medio está la despiadada arremetida del “enemigo invisible” que, a su paso, no sólo ha dejado numerosas pérdidas humanas, sino que ha ocasionado enormes perjuicios a la actividad formal, en desmedro del bienestar social, en particular. Hecho que agudizó la desigualdad. Muchos emprendedores, en ese contexto, no han logrado solucionar, hasta el momento, los serios problemas ocasionados por la crisis económica y la cuarentena rígida. Por ello plantearon, entre otras cosas, la lucha contra el contrabando, la apertura de nuevos mercados, la compra de bienes y servicios hechos en Bolivia, la creación de un fondo de créditos y garantías estatales para las empresas. Parece que esta situación durará bastante.

El país ha sobrepasado los 10 mil muertos, desde marzo del año pasado, por covid-19. Y los cadáveres continúan llenando nuestros camposantos. Ojalá la vacuna rusa detenga ese desastre y contribuya a la reactivación económica. Entonces resurgirá la luz de la esperanza para gobernantes, empresarios y trabajadores. Entre tanto se impondrá la devastación.

Ha profundizado, asimismo, la recesión económica, que data desde la caída de los commodities en el mercado internacional. Hubo un momento de bonanza, como jamás se había visto. En ese tiempo se habló, inclusive, del “milagro boliviano”. “El período de precios altos de las materias primas –entre 2004 y 2014– parece que no retornará”, afirmó la directora del Instituto de Estudios Avanzados en Desarrollo (Inesad), Beatriz Muriel. Alrededor del 80% de los ingresos del país, vinieron, en los últimos años, por la venta de gas natural y minerales al exterior. Pero ahora todo está en picada. Prueba de ello es que los campos petrolíferos están declinando, debido que fueron explotados desde hace al menos cuatro décadas, según Raúl Velásquez, analista en hidrocarburos.

Y una práctica que nunca estuvo ausente, tanto en dictadura militar como en democracia, es aquella de intercambiar dardos, que “hieren y matan”, políticamente. E inclusive dividieron y confrontaron a la ciudadanía. También reavivaron el regionalismo.

En ese marco se ha observado que, desde el ocho de noviembre pasado, fecha de posesión del nuevo gobierno, no han cesado los dimes y diretes entre oficialistas y opositores. Es decir, entre los que llegaron y los que se fueron. Acusaciones van y vienen. Y los desmentidos no se dejan esperar. Son actitudes distraccionistas, en muchos casos. Nada más ni nada menos que en tiempo de pandemia. En un momento que se requiere unidad para solucionar los problemas sociales, económicos y sanitarios que afligen a la población.

Los bolivianos sobreviven atónitos ante semejante cruce de palabras y palabrotas, cuando el rebrote del virus, de origen chino, hace de las suyas en el territorio patrio. Que sobreviven preocupados por la vida, la salud y el bienestar. Y sin el menor ánimo para escuchar la guitarreada de la primera autoridad. En el pasado había otro que intentaba distraer a la opinión pública practicando fútbol. Las cosas parece que han cambiado, de pelota de fútbol a una guitarra criolla. El mundo ha visto, también, a un dictador latinoamericano que bailaba la salsa, mientras su pueblo perecía de hambre y miseria. Son manifestaciones propias del populismo.

En suma: lo aconsejable sería ahorrarse palabras y trabajar con ahínco por el bien común.