Diagnóstico y futuro
“La calidad nunca es un accidente; siempre es el resultado de un esfuerzo inteligente”. John Ruskin.
No es lo mismo el PIB, “producto interno bruto”, en economía, que el “producto interno bruto” por falta de educación: Bolivia fue el único país del mundo que clausuró el año escolar en 2020. Y el diagnóstico de la calidad educativa de la Unesco señala que el país está por debajo de la media regional. Por otro lado, el Ministerio de Educación estableció para el año escolar 2021: educación presencial, semipresencial y a distancia (virtual, radio, Tv. y textos). Esta última disposición pone en tela de juicio a la Ley de Educación Nº 070 Siñani-Pérez, en lo que se refiere a las competencias docentes. Las escuelas de formación de maestros no desarrollaron las capacidades que se necesita en el nuevo contexto: se educó para el pasado y no para el futuro.
En relación con el diagnóstico, éste fue realizado en 2017 por el Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la Calidad de la Educación (Llece) de la Unesco y publicado a fines de 2020, el mismo revela que los estudiantes evaluados fueron 12.000 en los nueve departamentos del país, 571 aulas de tercer y sexto grado. La aplicación de pruebas tuvo los niveles desde I (Menor desempeño) hasta IV (Alto desempeño). Los resultados no son alentadores. Más de la mitad de los alumnos están rezagados. Solo el 20 % tiene un nivel alto y el resto se encuentra entre los niveles I y II (Menor desempeño y mitad inferior, respectivamente). El estudio se debe constituir en una línea base para orientar y generar nuevas políticas públicas en educación.
Aquí algunas puntualizaciones sobre los resultados: en Matemáticas, de los estudiantes de tercer grado más del 80% se ubica en un nivel I-II. En la prueba de Lectura en tercer grado, uno de cada dos estudiantes no es capaz de: interpretar lenguaje figurado, reflexionar y emitir juicios. En Escritura los puntajes también son inferiores al promedio de la región (más aún si se considera a la escritura como un proceso cultural-cognitivo complejo en un contexto donde el “plagio” es una práctica de la mayoría de escolares). En Ciencias Naturales en sexto grado, el 90 % se ubica en el nivel II (mitad inferior). El estudio muestra asimismo datos en los cuales se observa diferencias en el promedio, favorables a los establecimientos educativos urbanos sobre los rurales. Los estudiantes indígenas presentan desventajas frente a los estudiantes no indígenas. Además, los alumnos de escuelas privadas obtuvieron resultados mucho más altos que de las públicas.
El diagnóstico anteriormente citado es significativo; sin embargo, el discurso oficial va en otra dirección (Ministerio de Educación “Calidad Educativa. Memoria” 2013). La parafernalia sobre el término de “calidad educativa” considera éste como concepto en construcción; sin saber hasta cuándo: “Tenemos que construir nuestros propios indicadores para medir la calidad educativa a partir de los criterios del Modelo Educativo Sociocomunitario Productivo”. En los hechos, el Ministerio del ramo tuvo que recurrir al Llece-Unesco para tener una línea base después de varios años de incredulidad sobre la evaluación de la calidad educativa (2008-2016). Desafortunadamente, la educación se concibe aún como instrumento para la reproducción ideológica. Por ello, el Profocom exaltó la línea “culturalista” en desmedro de la concepción científica. No se llegó a problematizar, menos a fortalecer la concepción científica de la intradisciplina, por ejemplo, de la Matemática, las Ciencias Naturales o Lenguaje. Y ahí están los resultados innegables. En este escenario, lo más anecdótico es lo que aseveran los funcionarios –pese a calificar el Reglamento del Escalafón Nacional del Magisterio como “anacrónico” que data desde 1957–, como gran hazaña lo protegen sin considerar que incide negativamente en la educación de calidad.
La evaluación de la calidad educativa es una prioridad para el desarrollo del país. La sociedad financia el sistema educativo para que trabaje y tenga resultados óptimos, por tanto, no se puede dar el lujo de tener bajos rendimientos, menos en tiempos de crisis. Es necesario que el sistema educativo rinda cuentas a la sociedad. En otras palabras, la calidad es el respeto a los ciudadanos, porque la educación como empresa cultural y estratégica debe innovarse evaluándose permanentemente. Urge en el Estado boliviano una evaluación educativa más integral y profunda. La misma, es un aliado del éxito de las políticas públicas porque no se puede mejorar y/o cambiar, menos transformar lo que no se comprende y lo que no se conoce.
Rolando Barral Zegarra es investigador y docente de la Carrera de Ciencias de la Educación. Universidad Mayor de San Andrés.
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