Serenidad y prudencia ante crisis económica

Las veces que nos encontramos ante una crisis económica, el gobierno que tenía que encararla, sea por la premura debido a que las circunstancias mostraban urgencias financieras que teníamos, muchas veces se ha precipitado y ha perdido la serenidad para tomar medidas que, en su mayoría, no han merecido el cuidado necesario y menos se ha visto sus consecuencias, sino inmediatas, a futuro. Ello, como es lógico, ha generado dificultades que han significado la adopción de medidas en acuerdos con el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional que no siempre toman en cuenta los diversos problemas del país y buscan que se precipiten posibles remedios no siempre acordes con la verdad que vivía el país.

Ante la gravedad de alguna crisis, aceptar lo indicado por el BM y el FMI resultó urgente para que nuestras solicitudes de préstamos tengan mayor aceptación y los desembolsos se agiliten. Ahora innegablemente vivimos tiempos de crisis, especialmente por las complicaciones que determina la presencia y aumento permanente del coronavirus que demanda sufragar muchos gastos, tanto para la adquisición de equipos como adelantar dinero con miras al logro de vacunas y ulterior pago de las partidas que se encomiende a los productores y, muy luego (cuando hayan las ofertas luego de los descubrimientos del caso), para la adquisición de los medicamentos para finalizar la lucha contra el mal que, entretanto, seguirá cobrando víctimas.

La crisis durará mucho y ante la urgencia de contar cada vez con más medios financieros, habrá que actuar con mucha serenidad y prudencia en los gastos, observando austeridad y conseguir que el pueblo entienda y acepte las medidas a ser tomadas y que deberán ajustarse a realidades que no se acostumbra. El gobierno, dadas las experiencias del presidente Arce, sabe los pasos que debe dar por un camino siempre escarpado y atender obligaciones cada vez mayores; muchas de ellas merecerán postergaciones largas que, a su vez, demandarán reconocimiento de intereses.

De momento –según criterios de las autoridades económicas– parece que la crisis “aún no aprieta”; pero, vistas realidades, se deberá preparar al pueblo para soportar dificultades. Es urgente que la población conozca verdades y no viva obnubilada con datos y cifras que “buscan tranquilizar”, cuando, en realidad, solo remueven las inquietudes, angustias y preocupaciones que generalmente el rumor malintencionado se encarga de esparcir. Buena parte de lo que se haga para no agravar las dificultades financieras depende de las autoridades, que deben actuar y hacer declaraciones con prudencia, tino y sensatez.