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[Severo Cruz]

Sobre la UDP


Los que se fueron afirmaron que habían dejado una economía estable. Además, un monto de dinero en las arcas del Estado, para que lo utilizaran quienes iban a llegar. Pero éstos desmintieron tales aseveraciones. Los que volvieron dijeron que los anteriores gobernantes habían destruido la economía nacional. Compararon la situación actual con los tiempos de la UDP. Lo hicieron sin tomar en cuenta que la ineptitud de la izquierda llevó a ese extremo, entonces, al país. “Nos agobia la especulación, el ocultamiento y el acaparamiento que practican ciertos productores, intermediarios e inclusive consumidores”, se quejó el presidente de la República, en mensaje dirigido a la Nación, en 1983.

La derecha fue la salvación. “La Patria se nos muere”, dijo el estadista del Siglo XX, de profesión economista. Tales palabras las profirió a tiempo de tomar medidas. Él no era futbolista ni guitarrista, sino un empedernido lector, incansable estudioso. Las decisiones asumidas, para vivificar a la Patria, significaron un alto costo social. Se ha mencionado que 26.000 trabajadores mineros fueron relocalizados o despedidos (Informe de la comisión de Minería de Diputados, en 1987). “Ahora queda una gran cantidad de gente sin trabajo”, se pronunció la Iglesia Católica. Pero tuvo la virtud de frenar la hiperinflación. Y retornó la normalidad, de la precaria economía nacional. El país hubiera alcanzado índices superiores al 40 mil por ciento de inflación a finales de 1985, según entendidos en la materia. El nombre de aquel político que protagonizó las transformaciones de la década de los 50, del siglo pasado, está ahora, con letras de molde, en las páginas de historia.

“La UDP, en cuya plataforma de lucha muchos pusieron todas sus esperanzas y resultó el peor gobierno del último medio siglo”, dijo el líder de la COB, que no era monigote (Véase la hemeroteca de enero de l987). Él era un político y sindicalista, formado en la izquierda nacional. Había saboreado la miel del Poder, en diferentes circunstancias. En consecuencia, su opinión sobre el acontecer político valía mucho.

Los sueldos y salarios habían perdido su poder adquisitivo. “Estaban por los suelos”, como decían, en esos días. Los trabajadores percibían haberes que no cubrían la canasta familiar. Por todo ello el gobierno de la UDP confrontaba, en noviembre de 1984, una huelga general, en demanda de incremento salarial. En ese marco, por ejemplo, los dependientes de COBEE amenazaron con suspender el suministro de agua y de luz a la población.

Pero exigían, tomando como parámetro la hiperinflación, un sueldo exorbitante, alejado de toda realidad. “Monto que, de acuerdo con los cálculos, sería lo ideal, considerando que el hombre no solamente vive de pan, sino requiere de vivienda, de vestido, etc.”, argumentaba un fogoso dirigente cobista, representante de los asalariados de “Volcán”.

“El Gobierno subió con gran apoyo popular, lamentablemente no ha resuelto el problema de los trabajadores, ni de los pobres. En ese sentido, la Iglesia evidentemente tiene que salir por los fueros de sus fieles. Tiene que salir en defensa de los pobres, en última instancia”, reiteró.

En suma: esa triste realidad significó el fin de la UDP. Un frente que, en sus concentraciones de proselitismo electoral rebasaba la histórica plaza San Francisco. Los sectores populares se vestían de naranja, color que caracterizaba a ese sector.

Usurpado el 7 de octubre de 1970, por defender
la libertad y la justicia.
Reinició sus ediciones el primero de septiembre de 1971.

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