En memoria de Emilio Oros Méndez.
Los datos no hablan por sí mismos, hay que interpretarlos con cierta objetividad. Más allá de la deformación ideológica, los datos deben servir para avizorar el futuro si el actuar es estratégico.
Los casos de contagios por el Covid-19 alcanzan a 109.8 millones en todo el mundo y 2.42 millones de muertos, según fuentes RTVE (Radiotelevisión Española, 16/02/2021). A la fecha, en América los casos son: 49.052.343 y los fallecidos: 1.158.807. En Europa los casos son: 35.273.771 y las defunciones: 806.995. Otra estadística que llama la atención es que Estados Unidos es el país más afectado del mundo, con más de 27.8 millones de contagios y más de 489.000 muertes. En América del Sur, Brasil presenta casos: 9.921.981 y decesos: 240.940. Bolivia presenta casos: 237.706 y muertes: 11.274.
Más datos para el análisis crítico, es la relación de muertes por género (sexo) y edad respectivamente. A nivel global las defunciones alcanzan: Hombres: 54.2 % y Mujeres: 45.8%. Por edad de 65 a 85 años y más, el porcentaje de decesos suma: 81,1 % (CDC Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de EEUU. 18/02/21).
Los datos son sorprendentes: EEUU es el país más afectado a nivel global y Brasil destaca a nivel mundial por las cifras arriba expuestas. En relación con el género: los varones son los que más mueren por causa del Covid-19; si a eso ligamos las estadísticas de mortalidad por suicidio, la mayoría son hombres. De los recién nacidos, los niños son los que mayor riesgo corren de morir en los primeros días. Las anteriores cifras refutan la “creencia” de que el género femenino es el “sexo débil”. Las mujeres tienen mayor capacidad vital que los varones. Por otra parte, las cifras revelan que las personas mayores de 65 años fallecen en proporción elevada a la de los jóvenes y niños.
En la actualidad mucha información y desinformación se produce sobre el Covid-19, desde su origen y sus consecuencias; sin embargo, las realidades superan las “creencias” de los fanáticos. Por ejemplo, quién podría desechar la declaración de un médico: “que vivimos la ‘Tercera Guerra Mundial’ por la pandemia”. ¿Tercera Guerra Mundial que no es una guerra entre naciones sino de grupos de elite y de poder contra la humanidad? ¿El Coronavirus es un arma biológica?
Otra conjetura fue que al coronavirus del murciélago se agregó secuencias del virus del SIDA. Pero esa información fue impugnada en el sentido que el Covid-19 lo creó la naturaleza. Por otra parte, se señala que la propagación del virus fue accidental. Empero hay más tendencias: por las redes sociales se difundió una supuesta afirmación que habría expresado Christine Lagarde exdirectora del FMI: “Los ancianos viven demasiado y eso es un riesgo para la economía global. Tenemos que hacer algo, ¡y YA!”. Esa información también fue desmentida y calificada como “falsa”, porque no hay pruebas. Lo que sí se puede evidenciar es que el FMI en el año 2012 publicó el “Informe sobre la estabilidad financiera mundial”, el mismo señala: “(…) si no es posible incrementar las contribuciones o subir la edad de jubilación, posiblemente haya que recortar las prestaciones». Muchos países aplicaron esa receta del FMI, incluida Bolivia. Y esto es fácil demostrar examinando la reducción económica de las pensiones de los jubilados.
No solo el tercer mundo, igualmente los países “desarrollados” no estuvieron preparados para enfrentar la catástrofe. La pandemia del Covid-19 ha puesto de manifiesto la precariedad de los sistemas de salud. Desde otro ángulo, también se reflexionó: un jugador de fútbol de la Liga de Campeones, en términos económicos, gana muchísimo más que un epidemiólogo o un salubrista; lo anterior es consecuencia de una “sociedad del espectáculo y el exhibicionismo”; por tanto, el mundo debe priorizar la vida dando un vuelco hacia una “sociedad de la salud integral”. Se dice que la salud es lo primero, en los hechos no lo es.
La ciencia está más orientada al militarismo y se ha demorado demasiado en la fabricación de la vacuna contra el Covid-19. La pandemia ha hecho que se acentué más las asimetrías sociales, económicas y culturales. Y la producción, distribución y circulación de la vacunación es discriminatoria: con más prioridad en el primer mundo y con menos alcance en la periferia; de este modo, las jerarquías sociales también son privilegiadas.
No se puede comprender la salud pública sin estrategia educativa, si se planea como prevención; no menos importante es desarrollar la ciencia articulada a la salud en los países dependientes para enfrentar los desastres del presente. Por todo lo anterior, no son lo mismo en un mundo de incertidumbres las “creencias” que las “evidencias”. Y la investigación –entre otras definiciones– es el análisis lógico de la evidencia. De otra forma: toda hipótesis es una conjetura, pero no toda conjetura es una hipótesis.
Rolando Barral Zegarra es investigador y docente de la Carrera de Ciencias de la Educación. Universidad Mayor de San Andrés.
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