Marcelo Miranda Loayza
Si dejas de tener sueños, simplemente dejas de vivir. Vivimos en tiempos extraños, cuando se minimiza el soñar, se prefiere lo puntual y tangible. Los sueños no son primordiales en una sociedad donde el miedo a la enfermedad y al contagio marcan agenda, sumado a esto tenemos a un país polarizado políticamente, las elecciones sub nacionales no solo ocupan gran parte de la grilla de informativos y programas, tanto en radio como en televisión. El bombardeo mediático del cual somos víctimas no deja espacio para los sueños, y es que soñar lleva su tiempo, conlleva paciencia y principalmente requiere firmeza.
Soñar en un mundo que descarta a los soñadores resulta complejo, ya que soñar requiere un toque de Fe, que implica no solo creer en uno mismo, también conlleva creer en DIOS.
La Fe resulta primordial para comenzar a soñar y, por ende, el miedo constituye el factor principal para dejar de soñar. No son pocas las voces que se manifiestan en contra del soñador, “no lo vas a lograr”, “es imposible de realizar”, “pon los pies en la tierra”, “no pierdas tu entrada económica segura”, “solo el Estado nos puede salvar”, “tenemos que aguantar”, frases como éstas engloban el sentir de una sociedad que condena a las personas que se sienten libres de soñar, esto por una simple razón, el soñar implica libertad, no solo de pensar sino también de amar.
Una persona en pleno uso de su libertad puede comenzar a soñar y a la vez a crear, la libertad se manifiesta en el amor y en el pensamiento, por ende, se deja de ser libres cuando la mente y el corazón se aferran a una seguridad ficticia que aprisiona el corazón y adormece la mente.
La rutina diaria no deja mucho tiempo para soñar, crear y pensar, la sociedad prefiere operadores que no cuestionen o piensen, es decir que sean “manejables” y “funcionales”. Creo que en este punto es necesario ponerse a reflexionar para caer en cuenta que Dios mismo soñó con nosotros, por ende, al ser imagen y semejanza de ÉL tenemos no solo la capacidad sino también el derecho de ponernos a soñar y a luchar por nuestros sueños.
Dejar de soñar es sinónimo de dejar de vivir, es necesario comprender que los grandes sueños se construyen “de a poquito”, paso a paso y golpe tras golpe. Soñar también implica perseverancia para luego ceder paso a la trascendencia.
La capacidad de soñar es un regalo de Dios para con la humanidad. Recordemos que Dios mismo dio a conocer sus designios a José a través de sus sueños y que se reveló a José, el padre terrenal de Jesús también en sueños. Uno de los discursos más trascendentales de la historia del Siglo XX tiene como frase preponderante «yo tengo un sueño» (Martin Luther King, 28 de agosto de 1963), no pongamos en duda el poder de los sueños, ya que si éstos van de la mano de Dios tienen el poder de llegar a cambiar el mundo.
Vive soñando, amando y creyendo, que una vida sin sueños simplemente muere y se olvida en el tiempo. Un simple sueño puede cambiar para bien la vida de millones de personas, pero principalmente puede llegar a cambiar la tuya.
Marcelo Miranda Loayza es Teólogo y Bloguero.
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